sábado, 26 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 8: RESPUESTAS

Antes del anochecer llegaron a Vanissar. Uno de los guardianes de la corte vanisiense salió a recibirles y les escoltó hasta la puerta de entrada. A Mariana le parecía básicamente muy similar a Eudamón. Seguía sintiendo como si se hubiese caído dentro de la corte del Rey Arturo. Al llegar a las caballerizas uno de los guardias le separó de sus compañeros para escoltarla a su cuarto. Le informó que pasaría allí la noche y al día siguiente sería recibida por el señor de Vanissar. Mariana miró a su alrededor. Era un cuarto de piedra, con chimenea, tocador, placard y una enorme cama de madera para ella sola. Mariana se dejó caer sobre ella de un salto, era verdaderamente cómoda y en seguida se quedó dormida sobre la colcha sin cambiarse de ropa.

Mariana se despertó a la mañana siguiente sintiéndose muchísimo mejor. Seguía en Eudamón, pero al menos no dormía en el barro con la mirada de cierto príncipe clavada en la nuca. Se puso a inspeccionar el cuarto detenidamente.
- ¡Vaya! ¡Más vestiditos! ¡El retorno de la Barbie Medieval!- dijo Mariana. Pero ni siquiera eso consiguió ponerla de mal humor.
Comió una manzana que habían dejado en un frutero en el cuarto. Y de repente se dio cuenta de que tenía de verdad hambre. Se preguntaba qué debía hacer cuando llamaron suavemente a la puerta. Unos segundos después se abrió dejando paso a una doncella. Tenía el pelo rubio recogido en un sencillo moño con un vestido muy sencillo. Aquella chica no tenía más de veinte años.
- Bienvenida a Vanissar. Mi nombre es Sisina y estoy a su disposición- dijo con una exagerada reverencia.
- Ehhh… encantada. Mi nombre es Mariana… aunque me dicen Lali.
- Señorita Mariana será entonces. Debe vestirse para asistir al concilio real.
Vale, ahora era cuando todos se reunían en torno a la tabla redonda para decirse los unos a los otros lo machotes que eran. Sisina rápidamente se puso manos a la obra para prepararle un baño. Mariana comió otra manzana y una pera mientras tanto. Después se sumergió en el agua caliente y dejó que reconfortase su cuerpo cansado. Mientras que Mariana se sacaba todo el barro, Sisina se dedicó a elegir un vestido para ella. Mariana arrugó el entrecejo, pero no protestó. Seguramente le dirían de nuevo que su ropa no era adecuada para presentarse ante el rey. Se lo puso sin protestar. Era de color verde botella, con escote redondo y una fina cenefa dorada en los bordes. Mariana se sentó en el tocador y Sisina comenzó a recogerle el pelo. Cuando terminó, Mariana sonrió. Era de su agrado el peinado que le había hecho. Se puso unas chatitas de piel y siguió a Sisina hasta la sala del concilio. Las puertas se abrieron. Había dos guardias colocados uno a cada lado de la puerta. Era una sala sin ventanas, de piedra y con antorchas encendidas que era la única iluminación del lugar. En el centro había una mesa con forma hexagonal y sillas a su alrededor, doce en total. Vio a Peter y a Nico. A un hombre fuerte y morocho de pelo largo. Tenía un aspecto imponente. Debía ser el rey Alsan de Vanissar. A su lado estaba sentada una mujer de larga cabellera negra, rizada y un vestido de color blanco. Al lado de este un hombre morocho también. Había otro hombre vestido completamente de blanco con el pelo castaño y petiso.
- Bienvenida- dijo el Rey Alsan de Vanissar parándose de la silla- Soy el Rey Alsan, podés tomar asiento.
Mariana caminó presurosa a sentarse al lado de Nicolás. Al levantar la vista se encontró con la mirada celeste de la mujer. Un fuerte y extraño sentimiento se apoderó de ella. Como si estuviese viendo a un viejo conocido. Pero no podía ser, ella jamás había visto a esa mujer antes.
- Ahora podemos comenzar el concilio- dijo el Rey Alsan.
Los hombres comenzaron a hablar y hablar sobre los orcos que recién se veían. Sobre un tal Juan Cruz… sobre el angel caído… sobre el séptimo. Y ya se estaban metiendo en historia y mitología eudamónica, por lo que Mariana desconecto. Aquello no le interesaba en absoluto. Ella solamente quería que la devolviesen a su casa.
- Me temo que eso no es del todo correcto- dijo el petiso hablando por primera vez- Mientras disfrutábamos de tiempos de Paz, Juan Cruz se ha hecho fuerte en la torre de Kazzlun. Ha utilizado magia oscura para recuperar parte de sus poderes. Me temo que los libros que durante años se han guardado con celo en la torre, al fin le han sido de utilidad en su venganza. Pero la suerte está jugando en su contra
Entonces, de repente dirigió su mirada a Mariana que jugaba con la tela de sus mangas. Todos la miraron y ella levantó la cara, sorprendida y avergonzada a partes iguales.
- En realidad son malas noticias… Juan Cruz está detrás de todo esto- dijo Alsan, sombrio.
Entre todos decidieron que lo más sensato era vigilar la actividad de los orcos y ver qué era lo que tramaban e incluso tomar algún prisionero para obtener información. Aunque no esperaban obtener demasiada información de ellos. No creían que Juan Cruz fuese lo bastante idiota como para contarles sus planes.
- Aún queda un último tema, si no me equivoco- dijo el petiso, mirando a Peter.
Peter comenzó a hablar explicando lo que había sucedido la noche que se había encontrado con Mariana. Los orcos que la aguardaban y la forma tan sorprendente de aparecer, lo que había averiguado de ella y por qué el Rey Nicolás había decidido enviarla ante el venerable Tic Tac. Mariana observaba cómo Peter relataba la historia como si ella no estuviese presente. Cuando concluyó todas las miradas estaban fijas en ella. Hasta aquel momento no había hablado y la mayoría se habían olvidado de su presencia. Y ahora era el centro de atención. Empezó a sentirse incómoda.
- Decinos, jovencita, quién sos y qué motivo te llevó a Awa- dijo el Rey Alsan.
- Pues… me llamo Mariana Esposito y nunca tuve intención de venir a Eudamón.
- ¿Podés darnos alguna explicación de por qué acabaste acá?
- No. Yo solo… me lancé al rio donde yo vivo… y acabé acá. Y después aparecieron esos horribles orcos. Y después me encontré con cierto príncipe que me llevó a su reino.
El petiso no dejó de mirar a Mariana mientras que esta hablaba. Era más que evidente su confusión y ansiedad.
- Vos no deberías estar acá- dijo el petiso.
- No, si eso lo se.
- Me refiero a que no deberías estar acá… todavía- dijo de nuevo.
- ¿Todavía?- dijo Mariana. Acaso era que había llegado al concilio demasiado pronto.
- Me refiero a que todavía no estás preparada. Decime, jovencita ¿Qué edad tenés?
- Veintitrés años- dijo ella.
- ¿A dónde están tus papás?
- ¿Mis papás?... ¡A usted qué le importa!- dijo Mariana enojada.
- No los conociste ¿verdad? O más bien… no les recordás.
- A los biológicos no. Viví con los Esposito hasta que fallecieron en un incendio. Ellos son mis papas. Ellos me lo dieron todo.
- Parece que te ha encontrado- dijo de nuevo el petiso.
- ¿Quién?- preguntó Mariana.
- Juan Cruz.
- ¿Y por qué me busca?- quiso saber Mariana.
El petiso la miró durante unos segundos, meditabundo. Pero no había ninguna razón para ocultárselo por más tiempo. Total, ya estaba allá. Mariana le devolvía la mirada y ya se había olvidado de los demás. Solamente quería saber qué pintaba ella en todo eso. Y aquel petiso, que la estaba poniendo nerviosa, parecía saber mucho más de lo que quería contar. Mientras que los demás miraban sorprendidos la escena.
- Por que vos, mi querida niña… sos la elegida.
Los ojos de todos se ensancharon por la sorpresa. Incluido Peter.
- Pero venerable Tictac… ella no puede ser Lindariel- dijo la mujer- Ahora debería tener dos años. Debería ser una beba.
- Mi querida Zaisei, los misterios del tiempo son inexpugnables. Solamente sepan que en su mundo el tiempo transcurre de otra forma. Y cuando vos, querida Lindariel, cruzaste el portal… comenzaste a vivir según el tiempo de la tierra ¿verdad?
- ¡Para un momento!- dijo Mariana- ¿Elegida? ¿Elegida para qué? ¿Y quien diantres es esa tal Lindariel?
- Vos sos Lindariel, ese es tu auténtico nombre. El nombre que tus papás te pusieron. Decime… Qué recordas de tu infancia.
- Solo que aparecí cerca de la casa de los Esposito. No recordaba nada. Y tenía este colgante tan raro.
Mariana sacó el colgante de debajo del vestido y lo mostró. Tictac sonrió con satisfacción. Todos los demás se sorprendieron.
- Tu mamá era la hechicera a servicio de la corte real de Vanissar- comenzó Zaisei- Estaba casada con uno de los guerreros de Nurgon.
- Vos sos la elegida para salvar a Eudamón de Juan Cruz. Él hará todo lo posible por capturarte y arrebatarte tus poderes.
- Lindariel, ¿Te sentís bien?- dijo Alsan.
- Es una joda ¿verdad? Díganme que es una joda. Lo único que quiero es volver a casa.
- Eso no va a ser posible- dijo Tictac- Ahora Juan Cruz sabe donde encontrarte. Si ha dado con vos una vez, puede hacerlo de nuevo. Aún no es muy poderoso por que no pudo hacerte aparecer en Kazlunn, fue una suerte que el Príncipe Peter te encontrase.
- La joven debe empezar con su aprendizaje cuanto antes- insistió Tic tac.
- Estará bajo mi protección- aseguró Alsan.
- En ese caso, me quedaré acá con ella. Hay muchas cosas que debe aprender.
Tic tac y Zaisei comenzaron a planificar todo lo que Mariana debía estudiar y los libros que debía leer. Mariana salió del Concilio con la cabeza dándole vueltas.
- ¡Lindariel! Esperame- era la voz de Zaisei.
Al llegar donde ella la tomó de los hombros y después la estrechó entre sus brazos. Después se separó de ella y tomó su cara entre sus manos.
- Mirate… estás hecha una mujer…- dijo Zaisei- Yo era amiga de tu mamá. Asistí a tu nacimiento junto con Sisina y Olimpia.
- ¿La doncella, Sisina?
- Sí. Era la doncella de tu mamá. Cuando ellos se fueron pasó a formar parte de la corte. Tu mamá era una mujer increíble y una hechicera extraordinaria. Espero que algún día sepas perdonar que te dejasen a tan temprana edad. No te imaginás el sacrificio que supuso para ellos… Pero debías estar a salvo hasta que estuvieses preparada. Y ellos te amaban.
Mariana sentía que las lágrimas le quemaban en los ojos, por lo que se dio media vuelta y se fue sin decirle nada. Sabía que había sido tremendamente mal educada, pero no podía decir nada sin ponerse a llorar.

CAPÍTULO 7: DE CAMINO A VANISSAR

Al amanecer del día siguiente, una doncella despertó a Mariana. Debía arreglarse para partir. Por suerte a Mariana le devolvieron su ropa. Los vaqueros estaban bien para cabalgar. Tras el desayuno se dirigieron a los establos donde tres caballos estaban listos para ellos. Peter se acercó a uno de los caballos. Era de color negro y le llamó por un nombre extraño. Debía ser en Eudamónico. Peter se subió de un salto en la montura, así como Nicolás.
- ¿Ocurre algo?- dijo Peter malhumorado, al ver que ella no se movía- No me digás que no sabés montar a caballo.
- No, no se montar- dijo Mariana.
- ¿Por qué no sabés montar?- preguntó Peter.
- Por que nunca necesité aprender.
- Pues este es un buen momento- dijo Nicolás riendo- Vamos nena, es muy sencillo.
Mariana puso el pie en el estribo como había visto hacer en la televisión, solo que cogió demasiado impulso y se cayó por el otro lado. Pensó con desazón que al menos bajar se le daba bien. Les lanzó una mirada a Peter y a Nicolás que reían con ganas de su torpeza. Volvió a intentarlo y esta vez consiguió mantener el equilibrio. Primero iba Peter, después Mariana y después Nicolás. Aunque Mariana sentía que era el caballo el que seguía a Peter en lugar de guiarlo ella. Desde que salieron del reino de Eudamón se encontraron con la vastísima llanura de Nandelt donde estaban todos los reinos humanos. Y debían cruzar toda la llanura antes de llegar a Vanissar. Todo aquello era demasiado. Estaba en la isla de Eudamón, de paseo hacia Vanissar con el príncipe Peter y Nicolás. Y por si fuese poco, prisionera. La verdad era que no entendía nada. Todavía esperaba despertarse en su cama y descubrir que no había sido más que un sueño. Al menos esa vez no iba maniatada y el hecho de que no tuviese que cabalgar en vestido, estaba bastante bien. Pero de todas formas, Peter no le quitaba el ojo de encima.

Los dos primeros días pasaron rápido, sobre todo gracias a Nico y sus mil quinientas razones por las que prefería Vanissar antes que el reino de Eudamón. Peter hacía algún que otro comentario cuando Nicolás se sobrepasaba, pero generalmente no dejaba de ser un monólogo. Mariana escuchaba con atención. Tampoco era como si tuviese algo que hacer. Y Nico estaba más que complacido de tener tal audiencia fiel. Al final del segundo día, Peter estaba tan harto que salió en defensa de su reino, con lo que el monólogo fue sustituido por una conversación/discusión entre los dos.  Al anochecer, buscaron un buen lugar donde acampar y se prepararon para pasar la noche. Nico y Peter seguían con la conversación sobre ambos reinos. Mariana se acurrucó en su manta. No podía dejar de pensar en lo que harían sus amigas o incluso ella misma de nunca haberse caído en ese endiablado lugar. Por suerte no pensó mucho, estaba tan agotada que el sueño la venció en seguida. Peter observó cómo la chica se dormía y poco después empezó la serenata de ronquidos de Nico. Peter siempre era el último en dormirse y el primero en despertar. El rey Nicolás estaba convencido de que no entrañaba un peligro y de que no había mentira en sus palabras. Lo cierto era que Mariana vestía y se comportaba de un modo un tanto extraño. De un modo diferente a todo lo que conocía en Eudamón. Así que quizás fuese verdad. De todas formas no le hacía gracia llevarla desatada. Su padre había insistido en ello ya que no había evidencias de que fuese una bruja. La verdad era que no parecía peligrosa a pesar de su mal genio. Pero… Mariana comenzó a moverse inquieta en su sueño y abrió los ojos de golpe, incorporándose. Tenía el corazón desbocado. Había tenido una pesadilla con esos orcos, de nuevo.
- Esos orcos otra vez- dijo en un murmullo- Sigo aquí… eso si que es una pesadilla.
- Duerme, mañana será un día largo- dijo Peter.
Mariana miró a su alrededor como si esperase que los orcos apareciesen de nuevo. Miró a Peter que seguía comprobando el estado de su espada. La luz del fuego hacía que su piel se viese de un ligero color dorado mientras que su cabello se veía casi rubio y en sus ojos verdes se reflejaban las llamas. “Es bastante guapo, lástima que sea un psicópata” se dijo Mariana.

La mañana del tercer día de camino llegaron a Kes y Les. Estaban al pie de la cordillera de Nandelt que separaba a éste de Kazlunn y de Nanhai. Estaban rodeadas de bosque. No era tan frondoso como el bosque de Awa, por lo que podían caminar en los caballos. A eso de media tarde, a Mariana le pareció ver una sombra, a su derecha. Se quedó unos segundos mirando hacia ese lugar. Al no ver nada, volvió a mirar al frente. El terreno era irregular y no quería caerse. Pero al poco volvió a verla, también a su derecha. Esta vez se dirigió hacia allí.
- ¿Qué haces?- dijo Nico desde detrás.
- Creo que he visto algo- dijo Mariana sin apartar la vista del bosque.
Pero Peter se acercó a ella y la agarró del brazo.
- ¿Intentas escapar?- dijo Peter.
- Claro, genio, cómo lo has adivinado- dijo Mariana enojada.
Peter la agarró con más fuerza y sacó su espada, rozándola por el cuello de Mariana. Ella sintió el filo afilado, a punto de rasgar su carne. Si seguía haciéndolo tan amenudo, se acostumbraría a que la amenazase con la espada.
- ¿Esperás compañía?- dijo Peter con tono amenazador.
- ¡Oh sí! Ya podía… sobre todo si es rubio… de ojos celestes… musculado y con muchos ceros en su cuenta corriente. Ya empezaba a echar de menos estos pequeños momentos de intimidad, tu espada, vos y yo.
Los labios de Peter se curvaron en una pequeña sonrisa. Mariana apenas se podía creer que Peter hubiese captado la ironía de su comentario. Pensaba que no tenía sentido del humor.
- Lamento interrumpir tan romántico momento… pero deberíamos continuar si queremos llegar esta noche a Les.
- Claro- dijo Peter.
Blandió su espada haciendo una filigrana en el aire y la guardó después dentro de su funda. Y continuaron caminando.
- ¿Crees que era necesario eso?- dijo Nico una vez que la chica estuvo a cierta distancia.
- Será mejor que sigamos.
El resto del camino, Mariana miraba a los lados nerviosa. Había dejado de ver esa sombra hacía rato, pero se sentía intranquila. ¿Algo les estaba acechando?. A su llegada a Les fueron directamente hacia una posada que Nicolás conocía al dueño. A Mariana le dieron un cuarto para ella sola y Nico y Peter compartieron otro. Fue una maravillosa novedad el poder bañarse después de tres días de camino. Después los tres bajaron a la posada a cenar. Mariana se retiró en seguida porque estaba cansada.
- ¿Me vas a decir ya que te ocurre?- dijo Nicolás- ¿Crees que no me he dado cuenta?... Estás tenso… no creo que la chica sea ninguna amenaza, así que tranquilízate amigo.
- No es eso… Antes, cuando se separó de nosotros…- empezó Peter.
- ¿Cuándo? ¿Cuándo la amenazaste?- dijo Nico riendo. Peter le lanzó una mirada de reprimenda.
- Cuando se separó de nosotros… dijo que le había parecido ver algo… pero no es posible.
- No es posible, por que no había nada.
- No. No es posible porque estaban demasiado lejos.
- ¿Quién estaba lejos?
- Los orcos.
- ¿Orcos? ¿Dónde?- dijo Nico sacando parcialmente su espada.
- Hace rato que los dejamos atrás. Lo que me extraña es que ella los viese. Estaban realmente lejos, incluso para mi- Peter era conocido como guerrero por sus extraordinarios olfato y percepción.
- Y por eso creíste que era una trampa y que ella ya sabía que estaban allí- dijo Nico.
- No tiene sentido. Ha estado intranquila todo el tiempo. No creo que considere a los orcos unos aliados.
Peter estaba confuso. ¿Y si no era una espía?. Pero su historia era tan descabellada.
- Espero que cuando lleguemos a casa obtengamos alguna respuesta, porque te van a salir arrugas de fruncir tanto el ceño- dijo Nico.
- ¿He de recordarle, señor Riera, que  esto no son unas vacaciones?
Los viejos amigos se miraron y rieron un poco más relajados.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 6: MODALES VANISIENSES

El comedor estaba en otra sala de paredes de piedra gris y pisos de madera. De la pared colgaban varios pendones con escudos de todos los reinos de Nandelt. Y también había armaduras entre pendón y pendón. En toda la sala había desperdigadas mesas alargadas llenas de gente que comía y charlaba animadamente. Las conversaciones llegaban a oídos de Mariana como un murmullo lejano. Como el ronroneo de un gato. En su inspección de toda la sala pasó la vista por la mesa de la familia real. Estaba un poco más elevada que los demás. Estaba sentado el Rey Nicolás al lado de la Reina Emilia. Al lado de Nicolás, Peter charlaba animadamente con un hombre rubio de rulos, que debía ser el tal Nicolás que les iba a acompañar a Vanissar. Del lado de Emilia, estaba el Príncipe Pablo y a su lado una chica rubia, con los ojos claros y una linda sonrisa. Parecía más chica que Peter. Aquella debía ser Eugenia, la hermana de los dos príncipes. Mariana se dedicó a contemplar las bandejas de comida, ya había saciado el voraz apetito que tenía y al abrigo del suave calorcito que había en la sala, se sentía ligeramente soñolienta. Encima solamente tenía para beber ese horrible vino. Nico la miró mientras que ella miraba su copa llena de vino y hacía un gesto de asco. Era petisa, morocha, de ojos negros y bastante linda. De apariencia inofensiva y desamparada. Esa mina no podía ser una bruja.
- ¿En serio me decís?- dijo Nico.
- Que sí, hermano, apareció de la nada… ya te lo conté diez veces- Técnicamente aunque Peter y Nico eran de familias distintas, eran hermanos de la sociedad los cuervos de Nurgon.
Nico a pesar de ser de carácter bocón e indiscreto, era muy observador. Y lo único que había visto en Mariana desde que entró en la sala era que había comido bastante para ser una mina, o por lo menos las minas que él conocía, y segundo que miraba todo como si fuese la primera vez que veía algo similar.
- A mi no me parece una bruja… ¿Te ha dicho ella que es una bruja?
- ¡ Obvio que no tarado! Ella lo ha negado.
- Entonces… qué te hace sospechar.
- No se… Por ejemplo, ¿aparecer de la nada?. Nos ha contado una historia totalmente inverosímil y no nos ha querido decir su nombre.
- Entiendo. ¿Y eso la convierte en una bruja?
- Qué querés decir.
- Que quizás no te dijo su nombre por que la estabas amenazando con tu espada. Además esa mina me tiene algo familiar. Te voy a mostrar lo que se puede conseguir con los modales Vanisienses.
Peter rodó los ojos. Nico apartó hacia atrás la silla y comenzó a cruzar el comedor hacia donde Mariana estaba sentada. Pensaba en que en un lugar como ese sería inútil pedir la cocacola. Se dijo a ver por qué al menos no había caído en otra época. Los 60 estaban bien, le gustaban, la música, la ropa… Eso de las historias al estilo del Rey Arturo y la tabla redonda no era su estilo. Entonces vio que alguien se acercaba a ella. El pibe que había estado hablando con Peter. El tal Nico la miraba sonriente.
- Buenas noches- dijo con voz ronca.
- Buenas noches- contestó Mariana.
- Soy Nicolás Riera, Caballero de Nurgon y guerrero a disposición de la familia real de Vanissar- Nicolás hizo una teatral reverencia y Mariana sonrió ligeramente.
- Mariana Esposito… secretaria. Es un placer.
- Tenés un hermoso nombre.
- Gracias. Pero todo el mundo me dice Lali. Es mucho más corto- dijo Mariana riendo por primera vez desde que había pisado Eudamón.
- Bien Lady Mariana… podría ser que a dama de tal alcurnia como vos no le agradase el vino que hacen en Eudamón…
- No me gusta el vino- dijo Mariana.
- ¿Me permitís convidaros a una jarra de cerveza directamente traída del reino de Vanissar?. Somos famosos por nuestra cerveza, entre otras cosas. Sería un placer que la probaseis.
- Me encantaría- dijo Mariana. Su interior bailaba de alegría.
Nico hizo señas a una de las doncellas que había en la sala y le dijo que trajese un par de jarras. Mariana dio un pequeño sorbo para probarla. El sabor era diferente a la de la tierra, pero estaba buena. Pero sin dudas era muchísimo mejor que el vino. Por lo que se bebió media jarra de un trago. Nico la miró sorprendido, pero la imitó. Él no iba a ser menos.
- Me parece que es de vuestro agrado- dijo Nico.
Pronto estuvieron charlando como si se tratasen de dos viejos amigos entre trago y trago. Nico era divertido y le contó su historia como guerrero. Mariana había oído muchas veces la historia de la guerra contra el séptimo, pero era diferente cuando la oías de alguien que la había vivido. Entre la cerveza y que Nico más que contar la guerra, la estaba representando, Lali no podía respirar de tanto que reía. Por su parte Lali le contó a Nicolás cómo había llegado al bosque de Awa, y su paseíto con cierto príncipe. La noche avanzaba y el sueño y el cansancio la fue venciendo. Muy a su pesar se despidió de Nico y se dirigió de nuevo a su cuarto. Pensaba que estaría bien que Nico les acompañase, así al menos, no tendría que estar a solas con el príncipe psicópata. En la mesa principal, el rey y sus dos hijos discutían sobre los orcos que se habían visto en Awa. De vez en cuando las fuertes risas de Nico y de Mariana les distraían. Al poco, Nicolás regresó a la mesa real sonriente.
- Parece que te lo pasás bien, Nicolás- dijo el Rey. Conocía a Nico desde que con diez años, había entrado junto con Peter en Nurgon para instruirse como caballero y guerrero.
- Cuando decías de los modales vanisienses, te referías a beber cerveza y reír como locos- dijo Peter frunciendo el ceño. Jamás admitiría que se sentía ligeramente celoso de que Nicolás hubiera encajado tan bien con la chica desde el primer momento.
- Pues han funcionado mejor que los tuyos- dijo Nico levantando la cabeza en gesto altivo.
- ¿Y bien? ¿Qué os ha dicho?
- Básicamente lo que ya sabíamos. Lo del salto y todo eso. Además… se llama Mariana aunque le dicen Lali. Y procede de un mundo muy raro.
Nico les contó todo lo que Lali le había contado sobre su mundo. Que vivían en enormes ciudades atestadas de gente. Que no utilizaban caballos, sino coches…
- ¡Ah y hay algo más!- dijo Nico riendo, mirando intencionadamente a Peter- No se por qué razón se ha alegrado mucho de saber que os acompañaré a Vanissar. Dijo algo sobre que no le apetecía pasarse cuatro días más a solas con el príncipe psicópata- Peter le lanzó una mirada amenazadora que hubiera hecho temblar a cualquiera- ¡Eh! Que yo solo soy el mensajero…
- Al parecer has causado una gran impresión- dijo Pablo riendo- aunque no sea exactamente buena.
- Es una bruja- dijo Peter en tono bajo, con los brazos cruzados como un nene chico cuando se enoja.
Pablo y Nicolás rieron todavía más, incluso los soberanos de Eudamón se unieron a las risas. Peter, completamente molesto se paró de su asiento y se fue.

sábado, 19 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 5: EL REY NICOLÁS

Peter echó un último vistazo a Mariana mientras que la joven doncella se la llevaba por el pasillo adelante. Peter suspiró y se dirigió al despacho de su viejo. Debía informarle de todo lo ocurrido cuanto antes. Nicolás era un hombre alto, fuerte, rubio de ojos verdosos con una fuerte presencia. Tenía el pelo ligeramente ensortijado y lucía barba. Y una cicatriz en la mejilla, recuerdo de la guerra.
- ¡Peter!- dijo él levantando la mirada- ¡Qué bueno que estés de regreso!.
Padre e hijo se fundieron en un abrazo. Nicolás había estado a punto de enviar un par de soldados en busca de Peter, se había demorado demasiado en regresar.
- ¿Qué ha ocurrido? Esperábamos que regresases antes.
- Pues verás padre…
Su respuesta fue interrumpida porque la puerta de acceso al despacho de Nicolás se abrió. Un joven caminó con soltura hacia Peter y le abrazó. El príncipe Pablo era el primogénito de la familia real de Eudamón. Era alto, fuerte, morocho con ojos claros, lindo y extremadamente inteligente, responsable y cauto. Tres cualidades importantes en el que estaba llamado a ser el futuro Rey.
- ¡Bienvenido hermano!- dijo Pablo.
- Gracias- dijo Peter.
- Llegás tarde- le recriminó Pablo a su hermano pequeño, con tono paternal- Muy impropio de vos.
- Ahora iba a contarle a padre lo ocurrido- dijo Peter en su defensa.
- Me dijeron que llegaste con compañía- dijo Pablo con una media sonrisa.
- No es lo que pensás- dijo Peter.
- ¿Estás seguro? No es habitual verte en compañía femenina. Decime… ¿Qué tiene de especial?.
- ¡Es una bruja!- dijo Peter.
- Vaya, siempre pensé que preferías las damiselas en apuros. Pero una bruja también está bien.
Nicolás no pudo hacer otra cosa más que sonreír ante la pequeña discusión de sus dos hijos. Era cierto que para el resto del reino, eran los príncipes. Pero dentro de esos muros, eran una familia. Los miró detenidamente. Se parecían físicamente, por algo eran hermanos. Pablo era el consejero perfecto. Era sensato, observador y con la palabra justa para cada situación. En cambio, Peter era el guerrero, valiente e intrépido. Siempre preparado para una nueva aventura.
- Ahora podríamos escuchar tu historia, Peter- dijo el Rey dando zanjada la disputa entre sus dos hijos. Ambos asintieron y Peter pasó a relatar lo ocurrido.
- Orcos en el bosque- dijo Nicolás con gesto grave.
- Las noticias que yo traigo no son mejores. Ha llegado un mensaje del Rey Alsan de Vanissar diciendo que se vuelven a ver orcos cerca de las montañas. El mensajero es Nico- dijo Pablo a su hermano Peter.
- ¡Por fin una buena!- dijo Peter. Nicolás y él habían estudiado juntos en la academia de Nurgon y se habían hecho muy amigos. Él formaba parte de la nobleza de Vanissar, otro de los reinos que había en Eudamón.
Justo en ese momento llamaron a la puerta, y la doncella que se había llevado a Mariana asomó la cabeza. Con la mirada pegada en el piso anunció la presencia de la invitada, o prisionera como quisiera mirársele. Una avergonzada Mariana entró adentro de la sala. Toda su valentía  se había esfumado. Odiaba aquel vestido que se colaba entre sus piernas al caminar y que además la hacía sentirse todavía más insegura. Tenía las mejillas y el cuello todo rojo. Y tenía la mirada de un potrillo recién nacido, todo temblor y miedo. Peter sintió algo dentro de su pecho. No sabía explicar que era. Mariana estaba realmente hermosa. Más que eso. No había palabras para describirlo. Y después estaba esa rara sensación de protección que tenía hacia ella. Como si en el fondo el corazón le estuviese diciendo que no tenía nada que temer de ella. Pero su sentido común siempre acababa imponiéndose. Nicolás observó con mucha atención a la muchacha que caminaba hacia él. Parecía muy joven, de cabello y ojos negros, la piel bronceada por el sol, esbelta pero un poco petisa. Avanzaba con paso inseguro mientras contemplaba la decoración de la sala.
- Bien- comenzó Nicolás- Peter nos ha contado todo lo ocurrido. ¿Podés darnos alguna explicación de porque estabas en el bosque?
- No se cómo llegué al bosque.
- Explicanos lo que pasó.
Mariana pasó a relatarles la historia. Desde que había salido del laburo en dirección al río hasta que se encontró con Peter. Todo bajo la atenta mirada del Rey Nicolás y del Príncipe Pablo. Eso le hacía sentirse increíblemente incómoda.
- Y entonces fue cuando Peter me encontró. Y haciendo gala de esos buenos modales que se supone debe tener un príncipe, solo intentó matarme dos veces- dijo con sarcasmo.
Nicolás y Pablo la miraron divertidos. Mientras que Peter la miraba enojado. Por qué tenía que haber dicho eso.
- Parece que sabés más sobre Eudamón de lo que decís- afirmó Pablo. La había estado escuchando atentamente y hablaba con demasiada naturalidad de lugares que afirmaba acabar de conocer.
- Bueno… Mmmm- Mariana se preguntó qué opciones tenía. No podía mentir. Los miró uno por uno. Y suspiró- Cuando era chica, mi papá me contaba cuentos sobre Crónicas de Eudamón. Son unos libros muy famosos que hasta ahora yo creía que eran fantasía épica. Pura ficción. Mi papá era experto en estos libros. Los escribió una tal Valeria Gutierrez.
- Sos consciente de lo irracional de lo que nos cuentas ¿verdad?- dijo Nicolás.
- Pero no deja de tener sentido- dijo Pablo- Al fin y al cabo apareció de la nada. El nombre de Valeria Gutierrez me suena mucho…
- Los doce guardianes de Eudamón- dijo una voz femenina entrando en la sala
Mariana se giró y vio a una mujer hermosísima. Tenía el pelo rubio y ensortijado, recogido en un bonito moño con un vestido de color granate.
- Valeria Gutierrez y Ramiro Ordoñez guardan el portal de la diosa Wina.
- ¿Los guardianes de las viejas escrituras?- preguntó Pablo.
- Sí. Decime… ¿Cuál es tu guardián favorito?
- Si me tengo que quedar con uno… obvio que con Marianela. Es fuerte y frágil a la vez. Pero cuando vienen mal dadas, ella siempre pelea.
- ¿Qué pensás hacer con ella padre?- preguntó Peter.
- Su historia no deja de ser extraña, pero no parece mentir. Creo que lo adecuado sería que el venerable tic tac la viese. Nico partirá pronto hacia Vanissar. Peter, quiero que vayás con él y llevés a la joven con vos.
Mariana suspiró. Más viaje con el príncipe tarado ese. Solamente esperaba que el tal Nico fuese más divertido que Peter, por que si no el viaje se le haría eterno.

CAPÍTULO 4: BARBIE FIESTA MEDIEVAL

Aquella mañana Peter se despertó casi de buen humor, aunque no dejó que Mariana lo notase. Esa noche dormiría en su cama. Tenía tantas ganas de llegar a su casa y verlos a todos. Caminaron sin descanso durante prácticamente todo el día. Pasaba de media tarde y los soles empezaban a declinar cuando Mariana los vio por primera vez. Eran dos enormes estatuas esculpidas en la piedra de la Cordillera de Nandelt. Mariana había visto grabados y dibujos que algunos artistas habían hecho inspirándose en la obra de Valeria Gutierrez, pero no era nada comparado a verlos de verdad. Incluso desde lejos eran magníficos. Simbolizaban los grandes Reyes del pasado. Los fundadores de Eudamón, el reino que de paso daba nombre a todo el continente. Peter siempre sentía respeto hacia ellos cuando se acercaba a las montañas. Eran sus antepasados. Pronto vieron a dos caballos con dos jinetes acercarse a ellos rápidamente. Mariana se imaginó que serían los guardas de Eudamón. Cuando llegaron a su altura, se bajaron de los caballos y saludaron a Peter efusivamente. La tarea de guardar el reino era desempeñada por el ejército del reino, ejército, del cual Peter era el capitán. Por lo que Mariana sabía, debían estar hablando en Eudamonico porque no entendía nada de lo que decían. Después, Peter la tomó de la cintura y la subió sobre uno de los caballos sin esfuerzo ninguno, como si pesase igual que una pluma. Después él se subió en la silla de montar de un salto, con el cuerpo de Mariana entre sus brazos. Ella sintió que un nudo se le formaba en la garganta. Pero cómo podía sentirse así por el hombre que la había llevado atada casi cuatro días. Que la había amenazado de muerte. Que creía que era una bruja, cuando lo más cerca que había estado era leyendo Harry Potter. Peter espoleó el caballo y este comenzó a galopar rápidamente hacia la entrada al reino de Eudamón. Mariana vio una hermosa extensión de tierra, vasta y llena de vida. Estaba entre las montañas, en el valle que el río Iveron hacía en la cordillera. Estaba lleno de campos, vegetación y bosque allá por donde mirases. En la cabecera del valle se podía distinguir el castillo. No pude evitar maravillarme  ante tal mole de piedra. Había una muralla recubriendo todo el perímetro de la edificación, con almenas y guardas apostados en las torres de vigia. A medida que nos íbamos acercando pude distinguir los detalles.  Había una puerta de rastrillo cuyos entrecruzados barrotes encajan perfectamente en la estructura; justo delante, un puente levadizo culmina las defensas de la entrada. Seguramente nos han visto llegar porque cuando llegamos al puente, la puerta ya está levantada. Al cruzarla accedemos al patio de armas. Tengo más que nunca la sensación de estar dentro de una de esas novelas de príncipes gallardos y damiselas en apuros. Y en el centro estaba la torre del homenaje, donde vivía la familia real. Era el castillo propiamente dicho. Era una edificación de piedra realmente formidable. Llegamos a lo que debían ser las caballerizas. Un hombre vestido con ropas humildes agarró las riendas del caballo cuando Peter y yo nos bajamos. La puerta de entrada a la vivienda de la familia real estaba guardada por dos centinelas que al ver a Peter se pusieron tiesos. Mariana dedujo que debía ser una doncella por sus ropajes humildes y porque en presencia de Peter, mantenía la cabeza agachada. La doncella no debía tener más de quince años. La guió a Mariana por los interminables pasillos del castillo hasta que llegaron a una puerta de madera. La joven sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta. Le sacó las ataduras a Mariana y ella entró en el cuarto. Las paredes eran de piedra con una ventana que daba a un lindo patio interior con un jardín. En el centro había una cama de madera maciza, grande y por la que en la tierra pedirían muchísima plata. A cada lado de la cama una mesita de noche con sendas lámparas de aceite. En la esquina estaba la chimenea con unos cuantos libros encima de ella. Había un tocador con cosas de belleza realmente bonitas. Un maniquí con un vestido en tonos azulados. Un escritorio con una lámpara y un cuarto de baño. Justo en ese momento la doncella volvió a entrar portando un montón de ropa de color blanco. Le dijo que podía darse un baño, asearse, vestirse e ir a presentarse ante el rey. Mariana obvió la sensación que tenía de que todo aquello debía tener un truco. Se sacó toda la ropa haciendo un montón en una esquina del cuarto. Caminó desnuda hasta el cuarto de baño y se sumergió en la bañera antigua, llena de agua caliente con espuma. Durante unos minutos se dejó flotar en el agua caliente, sintiéndose bien. Después con jabón e infinita paciencia se fue sacando el barro de su cuerpo, del pelo e incluso de debajo de las uñas. Cuando el agua comenzó a enfriarse, decidió que era hora de presentar sus respetos al Rey Nicolás. Otro personaje que Valeria había descrito en sus crónicas de Eudamón y que creía totalmente ficticio. Se miró en el espejo del cuarto de baño. Tenía magulladuras y heridas. Sin embargo, en sus muñecas apenas tenía las rozaduras producidas por las cuerdas que le habían puesto los orcos. Y eso que Peter la había llevado atada más tiempo. Salió del cuarto de baño envuelta en una toalla. Para descubrir donde estaba en truco de aquello. La joven doncella le dijo que el vestido que Lali había creído un adorno en un principio, era el vestido que tendría que llevar ante el rey. Para hacer justicia al vestido, era muy bonito. Sencillo pero bonito. Era de una tela irisada en un tono azul violáceo, con escote cuadrado y manga larga hasta el codo y después caía una fina tela que parecía gasa.
- ¡No pienso ponerme ESO!- dijo Mariana señalando el vestido.
- ¿No es de tu agrado? Es un vestido bonito
- Prefiero mi ropa. ¿A dónde está?
- Esas ropas no son adecuadas para presentarse ante el Rey- dijo la doncella con tono suave.
- ¡No pienso ponerme eso! Me he pasado los últimos cuatro días perdida en el bosque con un príncipe engreído que encontraba divertido amenazarme de muerte ¡y ahora pretendéis convertirme en la Barbie fiesta medieval!
Pero la doncella le explicó a Mariana que su ropa se estaba lavando y que no tenía más remedio que ponerse el vestido a no ser que quisiera mostrarse desnuda ante el Rey. Así que Mariana aceptó que la doncella le ayudase a vestirse. Porque tampoco estaba muy puesta en lo que se refiere a vestimenta de esa época. Pero cuando Mariana se miró en el espejo de cuerpo entero, limpia y con ese vestido entallado que realzaba su figura, se vio guapa de verdad. La doncella con infinita paciencia le recogió el pelo y al fin, Lali estuvo lista para presentarse ante el Rey Nicolás.

martes, 15 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 3: BRUJA

Caminaron en silencio durante horas. La cabeza de Mariana no era capaz de parar de divagar sobre los últimos acontecimientos. No era posible que estuviera en Eudamón. Y lo que era peor, cómo iba a saber que estaba en Eudamón y no en cualquier bosque por ahí siguiendo un loco psicópata que quería hacer sushi con ella. O sin querer, quizás se había visto involucrada en algún tonto juego de rol. De repente se chocó contra algo. Contra el imponente cuerpo de Peter. Rápidamente desenvainó su espada y se puso en posición de ataque. Sintió que se estaba perdiendo algo. Entonces un gruñido la sacó de su atontamiento. Los tres orcos de la noche anterior estaban allí. Porque ahora sabía que los bichos con grapas en la cara en realidad eran orcos. Los orcos eran criaturas antropomorfas, con una higiene deficiente, escasa inteligencia y carácter más que hosco, cuya imagen estaba profundamente arraigada en la cultura popular. No solamente se les conocía con el nombre de orcos, sino también en algunos lugares recibían el nombre de ogros. Aunque sin duda, los orcos estrella eran los que Tolkien había descrito en “El hobbit” y “El señor de los anillos”. Mariana pensó que incluso a la luz del día daban más miedo. Sin previo aviso los orcos comenzaron a correr hacia ellos, mientras que Peter corrió a su encuentro blandiendo su espada. El primer orco cayó en el primer minuto de lucha con ellos. Para Peter no parecía demasiado difícil acabar con ellos, porque en menos de cinco minutos estaban los tres en el piso. Los orcos tenían fuerza bruta, Peter inteligencia y agilidad. Se agachó a examinar los cuerpos mientras que lo único de lo que ella era capaz de hacer, era parpadear.  No tenía ni idea de lo que acababa de pasar. Cuando sus sentidos le convencieron de que no había enemigos cerca, se giró hacia Mariana.
- Sigamos- dijo. Mariana aun se encontraba en shock, todo había sido tan rápido que se quedó mirándolo con la boca abierta- ¡Ehhh! ¡Yaneth! ¿Te encuentras bien?
- Decime otra vez donde estoy- consiguió decir. El príncipe la miró como si le estuviese tomando el pelo y le indicó que siguiera el camino.
Continuaron caminando el resto del día sin parar un segundo por aquel interminable bosque hasta que los soles estaban tan bajos que no entraba apenas luz por entre las ramas. Lo agradeció profundamente porque entonces no tuvieron más remedio que parar. Después de media hora de buscar un lugar seguro donde pasar la noche, Peter encontró un hueco de su agrado y empezó a preparar un fuego. Mariana se acomodó lo mejor que pudo entre unas raíces y se limitó a observarle. Una vez que estuvo satisfecho con el fuego, fue hacia su bolsa. Sacó algo de ella y lo partió. Era pan y estaba duro, pero lo comí como si hiciese siglos que no comía. No sabía como el pan al que estaba acostumbrada. Este era mucho más consistente y con un ligero sabor dulce. Cuando levantó la vista, Mariana, vio que Peter estaba abriendo su mochila.
- ¡Qué hacés!- gritó enojada- ¡No toqués mis cosas!
Mariana se abalanzó sobre él para sacarle la mochila de sus manos, pero él fue mucho más rápido y agarrándola del brazo la obligó a volverse a sentar.
- Solo quiero verificar que no llevás ningún arma- y dicho eso comenzó a sacar objetos de la mochila.
Mariana se limitó a ver cómo inspeccionaba su bolsa (y la desordenaba, dicho sea de paso). Después de unos minutos encontró el celular de Mariana. Era uno de esos que tenían una luz que parpadeaba. Lo agarró con cuidado y lo miró con sospecha. Después miró a Mariana.
- ¿Qué es esto?- preguntó.
- Un teléfono- dijo Mariana casi a punto de reír al ver su expresión. Peter puso cara de pocos amigos- No es un arma. Se utiliza para hablar con otras personas.
- ¡Sabía que sos una bruja!- dijo Peter.
- ¿Una bruja?, ¿Y por qué crees eso?
- Te vi aparecer de la nada a orillas del lago.
- ¿Me viste aparecer? ¡Entonces también viste cómo me atacaron esas cosas con grapas en la cara!. ¿Por qué no hiciste nada?- Mariana pensó que quizás el gallardo y simpático príncipe Peter desde luego no era tan simpático, pero a lo mejor tampoco era tan gallardo y valiente como Valeria nos había hecho creer.
- Por que sos una bruja- dijo como si eso lo explicase todo- Y los orcos estaban allá esperando a que vos aparecieses.
- Vamos a ver- dijo Mariana como si estuviese explicando algo inmensamente sencillo- ¿En serio crees que si fuera una bruja podrías tenerme prisionera atándome las manos.
Mariana levantó sus muñecas unidas por la soga que Peter le había puesto. Peter le miró fijamente como midiendo si la joven representaba o no una amenaza. Y en menos de un suspiro se abalanzó sobre ella. Sacó una especie de machete vete tú a saber de donde y lo colocó en su garganta. Con su mano libre la agarró por el cuello. Y su cara estaba a escasos centímetros de ella. Sus ojos estaban fijos en los de ella.
- Me estás diciendo que debería matarte…- siseó Peter.
- Esperaba que creyeses que no soy una bruja- dijo ella con voz entrecortada.
- Si intentás algo, te mataré- dijo y con eso se apartó de ella, sentándose del otro lado de la fogata- Ahora, dormite.
“Como si pudiera con el susto que recién me dio”. Mariana se dejó caer de lado, de espaldas al fuego y se tapó. Se llevó su mano a la garganta. Todavía podía sentir el frío de la hoja de metal en su piel. Y sin quererlo unas tímidas lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas. No supo cuanto tardó en dormirse, pero no dejó de llorar hasta entonces. Peter, sentado del otro lado del fuego la examinó. Sabía que no tenía aspecto de bruja, ni siquiera aspecto de ser peligrosa. Pero hacía mucho tiempo que había aprendido a no fiarse de las apariencias. Peter había nacido en una época de opresión. Había estudiado en la academia de Nurgon. Y había asistido a toda la guerra en contra del séptimo dios cuando era apenas un adolescente. Parte de la isla de Eudamón había quedado asolada cuando los dioses habían campado por ella. Pero de eso hacía diez años. Y aunque sus cicatrices habían sanado, las heridas que tenía en el alma, aún no. En esos diez años en Eudamón se había vivido en paz. Aunque últimamente se volvían a ver orcos por el bosque. Ella casi le había conseguido engañar. La había visto aparecer de la nada mientras que perseguía a esos orcos. Creía que eran un pequeño grupo de rastreadores, por eso se sorprendió tanto de que se detuvieran cerca del lago. Decidió esperar para ver lo que tramaban, y entonces apareció ella. ¿Era realmente una bruja?, ¿También esperaba encontrarse con esos orcos?, ¿Entonces, por qué se separó de ellos?. Peter suspiró, su padre sabría qé hacer. En esos momentos se alegraba profundamente de no ser Rey. Decidió deshacerse de esos pensamientos y centrarse en verificar el estado de su espada. Una vez lo hizo, debía ser más de media noche. Volvió a mirarla, parecía que se había dormido, pero de todas formas se pasó despierto el resto de la noche.

La mañana siguiente llegó demasiado pronto para el gusto de Mariana. Se despertó con los primeros rayos de sol y no pudo volver a dormirse. Le dolía la espalda de dormir en el piso y fue incapaz de volver a encontrar una posición cómoda. Oyó ruido detrás suyo. El príncipe ya estaba en pie recogiendo sus cosas. No le quedaba otro remedio y con un suspiro se incorporó. Cuando Peter se percató de que había despertado, le tendió otro trozo de pan y continuó recogiendo. Miró a su alrededor mientras que mordisqueaba el pan. Su mirada se detuvo en su mochila y le vino una idea a la mente. Si le pedía la mochila podía ser que se la dejase, pero por otra parte su espada podía terminar en su garganta, idea que no le seducía en absoluto. Dudó un segundo pero al final se animó a pedirle su mochila, lo más amablemente posible.
- Ehhh… ¿Existe alguna posibilidad de agarrar mi mochila sin que tu espada acabe sobre mi garganta?- dijo Mariana.
- Para qué la querés- dijo Peter sorprendido.
- Me gustaría asearme un poco… ya sabés cosas de chicas- dijo Mariana con voz inocente.
- No intentés nada- dijo Peter después de estudiarla unos momentos y darle la mochila.
Mariana abrió rápidamente la mochila y comenzó a revolver el contenido. Buscaba su celular, pero el condenado no aparecía por ningún sitio. Entonces cayó en la cuenta de que debía tenerlo Peter. Mariana se quedó unos segundos quieta. Debía comportarse o sospecharía vete tú a saber qué pavadas. Así que sacó el cepillo, una goma de pelo y comenzó a peinarse. Al poco rato se pusieron en camino. De a poco los árboles comenzaban a espaciarse y el resplador de los soles era cada vez mayor. Cuando Mariana los vio por primera vez se quedó muda de asombro. Lo esperaba, por supuesto, Carlos le había hablado de los tres soles y las tres lunas de Eudamón. Pero verlos era otro cuento. Allí estaban Aldún, dios del fuego, Yohavir, dios del aire, y Karevan, dios de las montañas. Decían que en cada sol y en cada Luna vivía el dios al que estaba santificado. Al final del día llegaron a los límites del bosque de Awa. Eso puso de muy buen humor a Mariana, que estaba un poco harta de tanto bosque y tanto verde.