sábado, 26 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 7: DE CAMINO A VANISSAR

Al amanecer del día siguiente, una doncella despertó a Mariana. Debía arreglarse para partir. Por suerte a Mariana le devolvieron su ropa. Los vaqueros estaban bien para cabalgar. Tras el desayuno se dirigieron a los establos donde tres caballos estaban listos para ellos. Peter se acercó a uno de los caballos. Era de color negro y le llamó por un nombre extraño. Debía ser en Eudamónico. Peter se subió de un salto en la montura, así como Nicolás.
- ¿Ocurre algo?- dijo Peter malhumorado, al ver que ella no se movía- No me digás que no sabés montar a caballo.
- No, no se montar- dijo Mariana.
- ¿Por qué no sabés montar?- preguntó Peter.
- Por que nunca necesité aprender.
- Pues este es un buen momento- dijo Nicolás riendo- Vamos nena, es muy sencillo.
Mariana puso el pie en el estribo como había visto hacer en la televisión, solo que cogió demasiado impulso y se cayó por el otro lado. Pensó con desazón que al menos bajar se le daba bien. Les lanzó una mirada a Peter y a Nicolás que reían con ganas de su torpeza. Volvió a intentarlo y esta vez consiguió mantener el equilibrio. Primero iba Peter, después Mariana y después Nicolás. Aunque Mariana sentía que era el caballo el que seguía a Peter en lugar de guiarlo ella. Desde que salieron del reino de Eudamón se encontraron con la vastísima llanura de Nandelt donde estaban todos los reinos humanos. Y debían cruzar toda la llanura antes de llegar a Vanissar. Todo aquello era demasiado. Estaba en la isla de Eudamón, de paseo hacia Vanissar con el príncipe Peter y Nicolás. Y por si fuese poco, prisionera. La verdad era que no entendía nada. Todavía esperaba despertarse en su cama y descubrir que no había sido más que un sueño. Al menos esa vez no iba maniatada y el hecho de que no tuviese que cabalgar en vestido, estaba bastante bien. Pero de todas formas, Peter no le quitaba el ojo de encima.

Los dos primeros días pasaron rápido, sobre todo gracias a Nico y sus mil quinientas razones por las que prefería Vanissar antes que el reino de Eudamón. Peter hacía algún que otro comentario cuando Nicolás se sobrepasaba, pero generalmente no dejaba de ser un monólogo. Mariana escuchaba con atención. Tampoco era como si tuviese algo que hacer. Y Nico estaba más que complacido de tener tal audiencia fiel. Al final del segundo día, Peter estaba tan harto que salió en defensa de su reino, con lo que el monólogo fue sustituido por una conversación/discusión entre los dos.  Al anochecer, buscaron un buen lugar donde acampar y se prepararon para pasar la noche. Nico y Peter seguían con la conversación sobre ambos reinos. Mariana se acurrucó en su manta. No podía dejar de pensar en lo que harían sus amigas o incluso ella misma de nunca haberse caído en ese endiablado lugar. Por suerte no pensó mucho, estaba tan agotada que el sueño la venció en seguida. Peter observó cómo la chica se dormía y poco después empezó la serenata de ronquidos de Nico. Peter siempre era el último en dormirse y el primero en despertar. El rey Nicolás estaba convencido de que no entrañaba un peligro y de que no había mentira en sus palabras. Lo cierto era que Mariana vestía y se comportaba de un modo un tanto extraño. De un modo diferente a todo lo que conocía en Eudamón. Así que quizás fuese verdad. De todas formas no le hacía gracia llevarla desatada. Su padre había insistido en ello ya que no había evidencias de que fuese una bruja. La verdad era que no parecía peligrosa a pesar de su mal genio. Pero… Mariana comenzó a moverse inquieta en su sueño y abrió los ojos de golpe, incorporándose. Tenía el corazón desbocado. Había tenido una pesadilla con esos orcos, de nuevo.
- Esos orcos otra vez- dijo en un murmullo- Sigo aquí… eso si que es una pesadilla.
- Duerme, mañana será un día largo- dijo Peter.
Mariana miró a su alrededor como si esperase que los orcos apareciesen de nuevo. Miró a Peter que seguía comprobando el estado de su espada. La luz del fuego hacía que su piel se viese de un ligero color dorado mientras que su cabello se veía casi rubio y en sus ojos verdes se reflejaban las llamas. “Es bastante guapo, lástima que sea un psicópata” se dijo Mariana.

La mañana del tercer día de camino llegaron a Kes y Les. Estaban al pie de la cordillera de Nandelt que separaba a éste de Kazlunn y de Nanhai. Estaban rodeadas de bosque. No era tan frondoso como el bosque de Awa, por lo que podían caminar en los caballos. A eso de media tarde, a Mariana le pareció ver una sombra, a su derecha. Se quedó unos segundos mirando hacia ese lugar. Al no ver nada, volvió a mirar al frente. El terreno era irregular y no quería caerse. Pero al poco volvió a verla, también a su derecha. Esta vez se dirigió hacia allí.
- ¿Qué haces?- dijo Nico desde detrás.
- Creo que he visto algo- dijo Mariana sin apartar la vista del bosque.
Pero Peter se acercó a ella y la agarró del brazo.
- ¿Intentas escapar?- dijo Peter.
- Claro, genio, cómo lo has adivinado- dijo Mariana enojada.
Peter la agarró con más fuerza y sacó su espada, rozándola por el cuello de Mariana. Ella sintió el filo afilado, a punto de rasgar su carne. Si seguía haciéndolo tan amenudo, se acostumbraría a que la amenazase con la espada.
- ¿Esperás compañía?- dijo Peter con tono amenazador.
- ¡Oh sí! Ya podía… sobre todo si es rubio… de ojos celestes… musculado y con muchos ceros en su cuenta corriente. Ya empezaba a echar de menos estos pequeños momentos de intimidad, tu espada, vos y yo.
Los labios de Peter se curvaron en una pequeña sonrisa. Mariana apenas se podía creer que Peter hubiese captado la ironía de su comentario. Pensaba que no tenía sentido del humor.
- Lamento interrumpir tan romántico momento… pero deberíamos continuar si queremos llegar esta noche a Les.
- Claro- dijo Peter.
Blandió su espada haciendo una filigrana en el aire y la guardó después dentro de su funda. Y continuaron caminando.
- ¿Crees que era necesario eso?- dijo Nico una vez que la chica estuvo a cierta distancia.
- Será mejor que sigamos.
El resto del camino, Mariana miraba a los lados nerviosa. Había dejado de ver esa sombra hacía rato, pero se sentía intranquila. ¿Algo les estaba acechando?. A su llegada a Les fueron directamente hacia una posada que Nicolás conocía al dueño. A Mariana le dieron un cuarto para ella sola y Nico y Peter compartieron otro. Fue una maravillosa novedad el poder bañarse después de tres días de camino. Después los tres bajaron a la posada a cenar. Mariana se retiró en seguida porque estaba cansada.
- ¿Me vas a decir ya que te ocurre?- dijo Nicolás- ¿Crees que no me he dado cuenta?... Estás tenso… no creo que la chica sea ninguna amenaza, así que tranquilízate amigo.
- No es eso… Antes, cuando se separó de nosotros…- empezó Peter.
- ¿Cuándo? ¿Cuándo la amenazaste?- dijo Nico riendo. Peter le lanzó una mirada de reprimenda.
- Cuando se separó de nosotros… dijo que le había parecido ver algo… pero no es posible.
- No es posible, por que no había nada.
- No. No es posible porque estaban demasiado lejos.
- ¿Quién estaba lejos?
- Los orcos.
- ¿Orcos? ¿Dónde?- dijo Nico sacando parcialmente su espada.
- Hace rato que los dejamos atrás. Lo que me extraña es que ella los viese. Estaban realmente lejos, incluso para mi- Peter era conocido como guerrero por sus extraordinarios olfato y percepción.
- Y por eso creíste que era una trampa y que ella ya sabía que estaban allí- dijo Nico.
- No tiene sentido. Ha estado intranquila todo el tiempo. No creo que considere a los orcos unos aliados.
Peter estaba confuso. ¿Y si no era una espía?. Pero su historia era tan descabellada.
- Espero que cuando lleguemos a casa obtengamos alguna respuesta, porque te van a salir arrugas de fruncir tanto el ceño- dijo Nico.
- ¿He de recordarle, señor Riera, que  esto no son unas vacaciones?
Los viejos amigos se miraron y rieron un poco más relajados.

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