lunes, 11 de enero de 2010

CAPÍTULO 13: EL PRÍNCIPE, EL GUERRERO Y EL MAGO

Sisina era conocida en palacio por su calma. Muy pocas veces se alteraba, era tranquila, callada y dulce. Pero esa mañana corría por los pasillos del palacio real de Vanis como un potrillo desbocado. Al llegar a la biblioteca al primero que se encontró fue a Tictac que charlaba con Peter.
- Venerable Tictac- dijo haciendo una reverencia- He ido a despertar a la chica. Sus cosas no estaban y me he encontrado con esto.
Peter agarró la carta que le daba la doncella. Ella estaba preocupada, así que le permitieron quedarse mientras que leían la carta

Si ahora están leyendo esto, es que mi plan ha funcionado y en estos momentos estoy en la Tierra. Es posible que Tictac no se equivocase cuando vaticinó que yo era esa hechicera que estaban esperando. Pero yo no soy lo que ustedes esperan. Yo no puedo serlo. Así que espero que acepten mi decisión. Les doy gracias a todos por su hospitalidad y su amistad. Y transmítanle mi agradecimiento al Rey Nicolás y a la Reina Emilia.  Y Nico… jamás me olvidaré de tus anécdotas. Y Peter… creo que echaré de menos nuestros pequeños momentos de intimidad, tu espada vos y yo. Les llevo a todos en mi corazón. Con afecto… Mariana Esposito

- ¡No me lo puedo creer!- dijo Peter, después de que Tictac terminase de leer la carta de despedida de Mariana- es una nenita caprichosa… ¡Allá estará desprotegida! ¡A saber qué puede hacerle Juan Cruz sabiendo que es ella!.
- Tranquilo Peter… iremos a buscarla… ¿Podés reunirte con Nicolás cuanto antes y estar preparados para partir cuanto antes?. Ten en cuenta que en la Tierra el tiempo corre diez veces más deprisa que acá.
- Sí, por supuesto.
- Entonces volá.
Peter corrió por los pasillos de palacio hasta llegar a los aposentos de Nicolás y sacarle de la cama a rastras diciéndole que Mariana se había ido.
- ¡Cómo que la nena no está!- dijo él alarmado cuando sus neuronas hicieron sinapsis.
- ¡Cómo que se ha ido a su mundo… tenemos que darnos prisa!- dijo Peter, alterado.
Nico sonrió ligeramente. No había visto nunca a Peter tan alterado, por nada ni por nadie. Peter fue a preparar sus cosas mientras que Nico se vestía a carreras y preparaba las suyas. En muy poco tiempo Peter y Nico corrían por los pasillos que llegaban hasta la biblioteca.
- A todos nos traiciona el subconsciente de vez en cuando. No es que no prestase atención en las clases- le decía Tictac a Shail- Es que la magia, implicaba abandonar definitivamente su mundo. Involuntariamente ella misma se boicoteaba.
- Venerable Tictac, estamos listos para partir- dijo Peter.
- Disculpen la intromisión- dijo Nico- Pero… ¿Cómo sabremos dónde ir? No sabemos nada sobre su mundo o sus dimensiones.
- Ella no puede estar muy lejos de donde se abra el portal. ¿Listos, amigos?
- Listo- dijo Peter.
- Siempre listo- dijo Nico.
Tictac juntó sus manos diciendo unas palabras en Eudamónico antiguo. Ni siquiera Peter y Nico entendían muy bien lo que decía. Pero cuando las separó una burbuja comenzó a extenderse para abarcarles. Y unos segundos después estaban a la orilla de un río. Miraron alrededor. Había una piedra lisa y solamente un sol.
- Qué lugar tan extraño- dijo Nico.
Habían llegado a una cosa de color grisáceo que parecía dura y consistente por la que pasaban  una especie de latas sobre ruedas que se movían y las personas iban dentro.
- Eso debe ser uno de esos autos de los que me habló Mariana- dijo Nico- Qué curioso…
- Debemos movernos… no se ven casas por acá- dijo Peter.
Con mucha precaución avanzaron paralelos a la carretera, pero tras los arbustos, sin dejarse ver. Tras un rato de seguir la carretera, esta se internaba en la ciudad. Los tres se miraron dubitativos. El problema radicaba  en que si entraban en la población deberían abandonar su escondite. Vieron autos entrar y salir de la ciudad, mujeres con carros de la compra, nenes que corrían por las calles… todo parecía bastante inofensivo. Así que después de la duda inicial, salieron de su escondite y comenzaron a caminar por las calles a la luz del día. La mayoría de la gente iba tan atareada en sus quehaceres que ni se daban cuenta de ese trío de extraños hombres. En cambio, otros lo hacían y se quedaban mirando para ellos con cara de sorpresa. Mientras tanto ellos observaban a la gente con precaución.
- No van armados- dijo Peter.
- ¿Creen que alguno conocerá a la nena?- dijo Nico que se estaba hartando de que todos le mirasen.
- Probemos- dijo Tictac.
Con su más dulce y amigable sonrisa se acercó a un grupo de nenes que les miraban divertidos.
- Buen día, muchachitos…- dijo- Estoy buscando a una señorita que se llama Mariana Esposito… ¿Alguno de ustedes la conocen?
- Mi mamá me dice que no hable con extraños…- dijo la nena más mayor- Y usted parece muy extraño
- ¿Es usted su papá?- dijo una nena, que parecía más chica que los demás con largas coletas rubias. Tictac asintió esperando que le dijese algo- Vive allá.
La nena señaló un edificio cercano
- Gracias pequeña- dijo Tictac con una sonrisa revolviéndole un poco el pelo rubio.
Tictac, Peter y Nico se acercaron al edificio y se quedaron mirándolo.
- Extraña construcción. Nunca había visto nada tan enorme- dijo Nicolás- Parece sólida.
El edificio de Mariana se extendía por toda la cuadra. Tenía unos bonitos soportales donde había varias tiendas. Desde una panadería hasta una tienda de cd y libros. Caminaron hasta lo que parecía la entrada principal. Era una puerta con una especie de enrejado negro y cristal. La puerta estaba abierta así que entraron. Era un rellano amplio y luminoso. Con unas cajitas de color rojo muy curiosas (vamos, los buzones). Y al fondo estaban las escaleras con una puerta metálica que daba acceso al ascensor. La puerta se abrió y salió una joven morocha con el cabello negro.
- ¡Ay mi madre!- dijo la joven al ver a los tres hombres que tenía delante.
- Buen día señorita- dijo amablemente, Nicolás- Mi nombre es Nicolás Riera… y mis compañeros y yo estamos buscando a la joven Mariana ¿La conocéis?
- Ajá- dijo Yanet mirando embobada a Nicolás- Esto… sí… ella dijo que vendrían.
- ¿Entonces está acá? ¿Está bien?- dijo Peter, completamente impaciente.
- Bueno, acá… acá… no. Está en su casa… pero sí, está bien- dijo Yanet poniéndose colorada. ¡Peter la había hablado!
- ¿Dónde está ella?- dijo Peter dando un paso hacia Yanet.
- ¿No vas a amenazarme verdad?- dijo ella dando un paso atrás al ver que llevaba su espada.
- ¿Qué os hace pensar eso, joven?- dijo Tictac riendo.
- Bueno… Lali me dijo que no sos exactamente como en las pelis…- Los tres la miraban extrañados- Sino más bien… un poco… psicópata.
- Es innegable- dijo Nico- La nena está acá.
- No vamos a haceros daño- dijo Tictac con voz amigable- ¿Nos podés decir donde está?
- Ha ido a comprar al super… no creo que tarde. Podemos esperar en mi casa si quieren.
Los tres asintieron y tras una breve discusión sobre el ascensor, Yanet consiguió meterles adentro. Una vez en su piso, se sentó en el sofá para ver como aquellos seres toqueteaban sus cosas con curiosidad.
- Cómo os llamáis- dijo Tictac sentándose al lado de la joven una vez que hubo inspeccionado la casa.
- Yanet.
- ¿Yanet?- preguntó Peter- ¿de verdad?
- Sí, de verdad… ¿Por qué?
- Mariana le dijo a Peter al principio que se llamaba Yanet…- dijo Nico que al parecer le hacía mucha gracia porque no paraba de reírse.
- ¿Hace mucho que conocéis a Mariana?
- Desde los doce años. Eramos amigas en la secundaria… y ahora es mi vecina… vive en el apartamento de en frente…. ¿Os la vais a llevar?
- Estará bien- dijo Peter al notar la tristeza en los ojos de Yanet.
Yanet asintió con la cabeza. Al menos Mariana había encontrado sus raíces. Un tanto extrañas pero no todo el mundo es perfecto. Todos tenemos un bardo en el placard.

CAPÍTULO 12: MIERDA, SOY UNA BRUJA

El amanecer, por una vez en su vida, la pilló despierta. Se había enfundado sus vaqueros, su sudadera y sus deportivas. Había escrito una carta de despedida y estaba preparada para salir del castillo. Vanis despertaba con el amanecer. La gente empezaba a laburar muy temprano, así que ella se deslizó por las callejuelas y salió del reino. Los guardas la miraron de forma rara. No habían conocido en su vida nadie más extravagante que ella. Corrió hacia la cascada, nerviosa. Llegó a lo más alto y se colocó al borde del abismo. Saltar al vacío, un título muy apropiado. El aire soplaba contra su cuerpo. Alzó la cabeza y respiró hondo, llenando sus pulmones de aire. Repitió mentalmente las palabras tres veces en su cabeza para comprobar que no las había olvidado. Extendió sus brazos y se dejó caer. Sintió el aire recorrer todo su cuerpo y la gravedad haciendo su trabajo. Unos instantes antes de que su cuerpo impactara en el agua susurró “Atreup ed zul eterba arap im”. Tomó aire y cerró los ojos. Sintió el agua fría impactar en su cuerpo como un millón de cuchillos afilados. El agua estaba completamente helada. Y en un momento perdió la noción de lo que estaba arriba y abajo. Después solamente luchó por llegar a la superficie. Un poco de desaliento se apoderó de ella porque quizás no había dado resultado. Pero eso significaba que no era una bruja y Tic tac la mandaría a su mundo en un abrir y cerrar de ojos. Al fin alcanzó la superficie dando una grandísima bocanada de aire. Nadó hacia la orilla.
- Qué frío…- se decía- menos mal que es verano…
Al mirar alrededor se quedó de piedra. Allí estaba la conocida superficie de roca desde la que saltaba. Todo era demasiado familiar.
- ¡Estoy en casa!- gimoteó ella de alegría- Espera un momento… ¡Mierda, soy una bruja!... pero… estoy en casa.
Mariana no vio su auto, pero bueno se había ausentado dos semanas, era normal que la buscasen. Por suerte la ciudad no quedaba lejos y podría ir caminando, o corriendo. Se moría por darse una ducha en condiciones, ponerse su pijama y tumbarse en su camita e imaginar que todo había sido un mal sueño. Mariana vivía en Arrecifes y su apartamento estaba cerca de las afueras de la ciudad. Durante su camino/carrera hasta su casa su mente bullía de actividad. La gente la miraba raro por la calle, pero no era de extrañar. Una mina empapada de pies a cabeza corriendo por las calles de Arrecifes no era lo corriente. Al fin llegó a su edificio. La puerta estaba abierta, para variar. Hacía dos años que estaba estropeada y cerraba mal. Se precipitó hacia el ascensor y marcó el número seis. Nunca se había dado cuenta de lo lento que era ese viejo trasto hasta ese momento. Salió de él en cuanto las puertas se abrieron lo suficiente para que cogiera su cuerpo entre ellas. Se agachó para dejar la mochila en el piso y ponerse a buscar las dichosas llaves de su casa. ¿Para qué llevaba tantas cosas?. Entonces se dio cuenta de que las había dejado en el auto, al lado de la palanca de cambios. Estúpida costumbre. Ahora cómo iba a abrir la puerta de su casa. Estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta que la puerta de en frente se había abierto y había una mina mirándola fijamente con los ojos abiertos como platos.
- La… Lali- dijo ella.
- ¡Yanet! Cómo me alegra que estés acá- dijo parándose del piso para caminar rápidamente hacia ella para abrazarla.
- Qué hacés acá- dijo ella.
- ¿Cómo que qué hago acá? ¡Es mi casa!
- Pero… ¿Qué hiciste tanto tiempo?
- ¡Me fui dos semanas! Y además si te lo cuento, ni te lo crees.
- ¡Qué dos semanas nena! ¿Te golpeaste la cabeza o qué? ¡Han pasado tres meses!. Estábamos re preocupados sin saber de vos… cómo estabas… dónde estabas… ¿Dónde estuviste?
- De paseo con un príncipe- dijo Mariana con una sonrisa- Es igual, luego te cuento.
- Creíamos que habías averiguado sobre tus papas y tu sola te habías ido a averiguar… pero cuando te tardaste tanto… empezamos a pensar que te había sucedido algo grave.
- Te prometo que te cuento todo con pelos y señales, pero dejame darme una ducha… dame las llaves de mi casa… por favor.
- Está bien… nunca soporté que me pusieses ese puchero.
Mariana sonrió y Yanet volvió al poco con la copia de las llaves del piso de Mariana. Sus cosas estaban tal y como las había dejado. Pasó de largo por la sala para ir hacia su cuarto y de ahí directamente a una ducha bien caliente. El agua casi hirviendo hizo reaccionar a su cuerpo aterido de frío. Y después buscó en su placard un pijama largo y su bata de felpa, calentita y cómoda. Después suspiró y caminó hacia el apartamento de Yanet. Yanet y ella eran mejores amigas desde la secundaria. Pero habían perdido contacto durante sus respectivas épocas universitarias. Y las dos se habían encontrado con sorpresa viviendo la una frente a la otra al regresar a casa. Yanet le había estado preparando un chocolate bien caliente. Uno para Lali y otro para ella. El de Lali tan espeso que se podía comer con cuchara y el de Yaneth más líquido.
- Si te lo cuento… prometés no tomarme por loca…- dijo Lali. Yanet asintió- Pues allá va…
Mariana comenzó a relatarle todo desde el salto. Los orcos. El encuentro con Peter. El paseo hasta Eudamón con Peter. El paseo hasta Vanissar con Nico y Peter. Todo lo que había descubierto allí y los últimos días de clase. Yanet la miraba sorprendida, no era para menos. Pero Mariana parecía tan convencida de todo aquello que la creyó. Ella no solía decir mentiras. Cuando acabó su relato, Mariana guardó silencio unos momentos, dejando que Yanet asimilase sus palabras.
- Me decís… que has estado una semana… con el Príncipe Peter… ¿Y como es él? ¿Es tan guapo como en las pelis? Seguro que se parte.
- ¿Me escuchás cuando te hablo? ¡Intentó matarme! ¡Tres veces!- dijo alzando sus dedos para enfatizar el número de veces que había intentado matarla.
- Mmm… Peter… qué suerte que tenés…
- ¿Qué parte no asimilás bien? La de que intentó matarme, o la de la espada en mi cuello… Por suerte de camino a Vanis estaba Nico.
- Bueno, bueno… pero no te hubiese hecho nada… osea… ¡Es Peter! Además en Vanis se disculpó y se portó bien con vos.
- Lo que vos digás- dijo Mariana dejándose caer sobre el respaldo del sofá- Creo que he sido demasiado impaciente. Debí seguir esperando… un par de días… ahora vendrán a por mi.
- ¿Quién?
- Tictac, Shail… es posible que Peter o Nico… o ambos. Ese estúpido mago tenía razón sobre quién soy en realidad… Estoy segura de que me dio ese libro expresamente.
- Es lo más probable. ¿Crees que el Príncipe Peter vendrá acá?
- ¡Ehhhh!- dijo Mariana- ¡Esto es muy serio!
- Lo se, te ponés muy graciosa cuando te enfadás- dijo Yanet.
- Ten amigas para esto- suspiró Mariana.
- Por que no dormís un poco… seguramente estás cansada… me alegra que estés acá… te extrañaba.
- Yo también. Buenas noches.
Mariana se paró del sofá y caminó por el salón hasta la salida del apartamento de Yanet y regresó al suyo. Se dejó caer sobre la cama sin deshacerla y trepó por ella hasta estar situada en una posición adecuada. Se envolvió con el edredón. Cerró los ojos y se quedó dormida.

domingo, 10 de enero de 2010

CAPÍTULO 11: NOCHES JUNTO AL FUEGO

La nobleza de Vanis estaba reunida como cada noche en el comedor de Palacio para la cena. Peter podría haberse sentado en la mesa presidencial junto al rey Alsan y la reina Olimpia, pero había preferido hacerlo junto a su amigo de la infancia.
- Así que todavía no ha hecho magia- dijo Nico.
- Tanto Shail como el venerable Tictac están muy desconcertados. Ella presta atención, pero aún así no ha avanzado nada. Solamente quedan dos días antes de que tengan que permitirle regresar a su hogar.
- Quizás El venerable Tictac se equivocó de persona- dijo Nico. Peter le miró como si acabase de decir una herejía.
- ¿Cuándo El venerable Tictac se ha equivocado?
- Pero Lali aún no ha hecho magia…
- No se… hay algo muy extraño en ella…
- ¿A parte de su comportamiento?- bromeó Nico.
- Es cierto que se comporta de manera rara y es tan educada como un bárbaro. Pero lo que quiero decir es que hay algo más… algo que no logro dilucidar… Fue capaz de sentir a aquellos orcos… un mortal jamás lo hubiese sentido. Yo ni siquiera los había percibido hasta que ella me hizo ponerme en guardia.
- ¿En serio no se presento a sus clases en todo el día?- dijo Nico con una sonrisa divertida.
- Ajá- dijo Peter.
- Espero que no sean demasiado duros con ella- dijo Nico, aunque lo dudaba seriamente.
En ese mismo instante, Mariana entraba en el comedor portando un grueso libro. Se dirigió hacia donde estaban ellos. Dejó caer sobre la mesa el enorme libros que llevaba y causó un pequeño terremoto en la mesa. Los demás comensales la miraron enojados.
- ¿Y eso?- dijo Nico.
- Un poco de lectura ligera para esta noche. Recomendación de Tictac, por supuesto- dijo Mariana con ironía tiñendo su voz.
- ¿Eso ligero?- rió Nico- ¡Pero si pesa más que vos, nena!
- Eso es para recuperar lo que no has hecho hoy…- dijo Peter sintiéndose ligeramente culpable.
- ¡Viste! Es enorme… debe de tener un millón de páginas por lo menos… por no hablar de la diminuta letra… debería estar prohibido usar una letra tan chica… Pero todavía hay algo peor- dijo pasando unas cuantas hojas al azar- ¡No tiene dibujos!
- Es una lástima que vayas a estar tan ocupada- dijo Nico- Esta noche habrá danzas y cantos en la Sala del Fuego. Te lo vas a perder.
Mariana miró a Nico con pena. Y después el voluminoso tomo que tenía bajo su brazo. Se maldijo por tener tan mala suerte. Y después pensó que un poco de fiesta era justo lo que necesitaba.
- Bueno, puede que me deje caer un rato- dijo Mariana con una pequeña sonrisa.
Una vez terminada la cena, todos los comensales se dirigieron hacia la Sala del Fuego, donde ya se podían oír las melodiosas voces. Nico y Mariana se sentaron en un rincón de la sala, desde donde se podía ver todo lo que ocurría en ella. En el centro de la sala había un grupo bailando danzas desconocidas para la chica. En los laterales de la estancia, los ancianos narraban viejas historias a los más jóvenes. Desde su posición pudo ver a Peter rodeado por un grupo de chicas. “Debe de ser muy popular” se dijo Mariana a sí misma.
- Es incapaz de negar un baile, ellas lo saben y se aprovechan. Aunque si yo fuese príncipe, tampoco me negaría- dijo con una risita.
- En cuanto conozcan a su hermano gemelo el psicópata, saldrán corriendo- dijo Mariana centrando su atención en una de las primeras páginas del libro.
- Seguro que si le pedís que baile con vos, te elegiría la primera- dijo Nico con tono confidente, acercándose a Mariana.
- ¿Por qué querría bailar con él?- dijo Mariana sorprendida y ligeramente enojada.
- Solamente era una idea, nena- dijo Nico riendo.
Mariana volvió a mirar a Peter. Ahora estaba bailando con una hermosa joven rubia, que sonreía como si estuviese en las nubes. Un pequeño grupo de jovencitas les observaba desde uno de los laterales de la sala. “Pues qué bien” se dijo Mariana, molesta “Así que babean por el principito… parecen su club de fans… este mundo no es tan diferente del mío después de todo”. Nico la miraba curioso mientras que ella seguía observando la escena. “Esas minas son muy lindas… y sus vestidos son hermosos… no como el mío” continuó pensando Mariana. Ella llevaba un vestido de color negro de lo más sencillo. No como esos vestidos llenos de brocados, encajes y bordados. “Bueno… no es como si me gustase llevar vestiditos… Y encima me siento en el piso… seguro que ellas no lo hacen nunca… Y qué bien bailan… Él es tan elegante… ¡Pero espera! ¡¿Qué estás pensando?!”. Nico volvió a reír al ver su expresión. La cara de Mariana había mostrado todos y cada uno de sus pensamientos.
- ¡Ya basta Nico!- dijo Mariana, parándose, harta de que se riese de ella- Me voy a mi cuarto.
- ¡Lo siento nena! ¡No te enfadés!- dijo  Nico, pero ya era demasiado tarde.
Nico volvió a reír mientras que una airada Mariana salía del salón.  “Definitivamente, enfadar a Lali es tan divertido como hacer enfadar a Peter” se dijo Nico. Mariana caminó por los pasillos hasta su cuarto. Estaba bastante cansada. Dejó el libro sobre el escritorio que había en su cuarto. Se sacó el vestido sintiendo el fresco en su piel desnuda. Se puso rápidamente el camisón y una bata. Se moría de ganas por regresar de una vez a casa y poder ponerse su pijama de siempre y su bata de felpa. Y sobre todo para no tener que estudiar. Aunque debía admitir que a Nico le echaría un poco de menos. Se sentó en el escritorio. El primer capítulo iba sobre cómo conjurar al viento. Era algo bastante útil, se dijo ella. Empezó a leer las primeras hojas, pero en seguida se desconcentró. La música de la sala del fuego llegaba hasta su cuarto. Cuando la música cesó, ella se sintió un poco mejor. Pero el número de páginas que había leído era ínfimo comparado con el número de páginas que le restaba. Sabía que no podría conseguirlo y empezó a pasar las hojas con desgana. Finalmente se limitó a ir leyendo los títulos de los capítulos y mirar las escasas ilustraciones. Hasta que un capítulo en especial llamó su atención. Estaba casi al final del libro  y estaba escrito en letras grandes y azules. Se llamaba “Saltar al vacío”. Bajo este sugerente título, hablaba de cómo abrir un portal hacia otros mundos. Durante unos minutos la euforia la invadió. Pero a la vez se preguntó si sería capaz de hacerlo. No había podido con otros hechizos más sencillos. Había un párrafo que hablaba sobre los tipos de mundos a los que se podía acceder. Pero no había nada interesante. Sabía lo que tenía que hacer. Así que cerró el libro y repitiendo una y otra vez las palabras en su mente se dirigió a la cama. Era un pequeño trabalenguas y tenía que decirlo en medio de la caída, por lo que tenía que decirlo bien. Esa noche durmió como no había dormido desde que llegó a Eudamón, sabiendo que posiblemente al día siguiente estaría de vuelta en casa.

sábado, 9 de enero de 2010

CAPÍTULO 10: RATEÁNDOSE CLASES

A la mañana siguiente, Mariana, simplemente no podía pararse de la cama. Así que no lo hizo y se quedó allí tumbada hasta que Shail se cansó de esperar y envió a alguien a buscarla. Una doncella la despertó, no sin llevarse un par de gritos por parte de una adormecida Mariana. Salió de su cuarto después de vestirse y agarrar un par de manzanas. Se dirigió a los jardines. Tenía la esperanza de encontrar un lugarcito tranquilo en el que poder tumbarse y dormir otro rato. Pero dentro del reino no tuvo suerte. Así que salió del palacio y caminó por las callejuelas de Vanis. Era una pequeña ciudad, alegre, vibrante, con niños corriendo libremente por sus calles, animales sueltos, gallinas, perros, etc… Era evidente que no era una lugareña, solamente mirando sus ropajes, demasiado finos para lo que podían permitirse esas gentes. Pero parecían felices. Mariana cruzó las murallas de Vanis y se encontró de nuevo frente a la extensión de Nandelt. Se decidió a inspeccionar los alrededores, encontrando un pequeño claro y una cascada hermosa que se podía ver desde algunas partes del castillo real. Se sentó sobre el césped, bajo un árbol y escuchando el suave murmullo del agua, se durmió. Cuando despertó los soles ya estaban altos y su estómago le informó de que se había saltado la comida. Así que se sentó con las piernas cruzadas y se comió la segunda manzana. El escondite que había elegido era bastante bonito, rodeado de árboles y silencioso, solo se oía la cascada y el canto de los pájaros. De vez en cuando alguna ardillita bajaba a beber al riachuelo.
- ¿Qué hacés acá?- `preguntó una voz tras ella.
- ¡Ahhh!- gritó Mariana dando un bote del susto. Se giró rápidamente con una mano sobre su galopante corazón- Casi me da un infarto- le gritó a Peter.
- Lo siento. Creo que es una mala costumbre de guerrero el ser silencioso.
Mariana se limitó a respirar hondo para calmar los acelerados latidos de su corazón. Volvió a la misma posición en la que estaba sentada antes de que cierto príncipe le diera un susto de muerte.
- Aún no me has dicho que hacés acá- dijo Peter de nuevo, alzando una ceja.
- Me estoy rateando las clases- dijo ella.
- ¿ratear que?- dijo Peter.
- Me he tomado el día libre- dijo Mariana rodando los ojos.
- Pues me parece que no has informado debidamente a Tictac, Shail y Zaisei.
- ¿No lo hice?- dijo Mariana con voz inocente- vaya se me ha debido olvidar. Peter sonrió- ¿Qué pasa? ¿No vas a delatarme? Estoy afuera del reino sin permido… soy casi una hereje.
- Han estado buscándote toda la mañana y al ver que no estabas en el Gran Salón a la hora de la comida se han preocupado de verdad.
- ¿Y te enviaron a vos a buscarme?
- Sí.
- ¿Y me vas a obligar a volver?
Peter puso cara de estar pensándoselo unos segundos y acto seguido se sentó al lado de Mariana. Ella le miró sorprendida como si de repente le hubiese salido otra cabeza.
- Es un bonito lugar. Sabía que estarías acá- Mariana puso cara de escepticismo, pensando que Peter se estaba marcando un farol- Sabía que estabas acá, porque se lo mucho que te gustan los lugares altos, así que supuse que te encontraría cerca de la cascada.
Mariana levantó las cejas en gesto de sorpresa.
- Se puede saber mucho de alguien con solo observarlo. Y aunque no me creas, te conozco más de lo que pensás.
- ¡Oh, sí! ¡Acertabas al llamarme bruja!- Peter hizo una pequeña mueca.
- Lamento todo lo ocurrido- Mariana le miró sorprendida. Los ojos de Peter eran más cálidos de lo que los recordaba y su expresión más amigable- No voy a relatarte toda mi vida porque es posible que Nico te la haya representado. He aprendido a ser desconfiado y precavido a base de golpes en la vida. Y además, admite que las circunstancias en las que nos conocimos eran muy extrañas.
Mariana suspiró y volvió su vista hacia la cascada. No tenía ganas de pensar en ello. Por que eso la llevaba a pensar en su mundo, y a añorarlo. Respiró hondo intentando deshacerse de esos pensamientos. Peter se dio cuenta del cambio de humor de Mariana e intentó cambiar de tema.
- ¿Qué tal te van las clases?
- ¿En serio te interesa?- Peter asintió- ¡Pues fatal!. Es imposible aprenderse todos esos nombres de príncipes, reyes, batallas y guerras… por no hablar de los hechizos… ¡Son impronunciables! ¡Y la maldita equitación! Nunca conseguiré que me haga caso… resumiendo… que más os vale que yo no sea la elegida, porque si lo soy, vamos listos.
- ¿Aún no has hecho magia?- preguntó Peter, pensativo.
- ¡Nada de nada! ¡cero! Ni una chispita. Y creo que todos empiezan a impacientarse. Ayer no me dejaron irme hasta pasada medianoche. Y pretendían que hoy a primera hora estuviese en la biblioteca.
Peter sonrió. Mariana estaba realmente molesta por el hecho de que sus profesores no respetasen sus horas de sueño.
- ¿Qué has visto de Vanis hasta ahora?- dijo Peter.
- Mmmm…. Mi cuarto…. La biblioteca…. Los establos… y el camino de salida.
- ¿Querés que te enseñe la ciudad?
- ¿En serio?- dijo Mariana con cara de sorpresa- ¡Sí! ¡Me encantaría!
Una vocecita interior le dijo si realmente sería una buena idea ir de paseo con Peter, alias el príncipe psicópata. Mariana le miró de arriba abajo y se dio cuenta de que no llevaba su espada, ni ningún tipo de arma, por lo que pensó que estaría segura sin espadas en su garganta. Peter y Mariana pasearon por la ciudad. Esa mañana Mariana la había visto, pero era mucho mejor cuando Peter le explicaba todo lo que pasaba en ella. Después caminaron por los jardines que eran mucho más vastos de lo que Mariana había presumido a la mañana. Y visitaron los interiores del castillo.  Peter era un buen guía turístico. Llegaron a la zona de entrenamiento donde un grupo de jóvenes practicaba con las espadas. Mariana se detuvo a mirar, impresionada por la rapidez, precisión y destreza que tenían ya siendo unos nenes. En uno de los momentos, un niño tumbó a su oponenete con un rápido movimiento y le colocó la espada en el pecho. Todo efectuado con gran elegancia. Peter había estado observando a Mariana mientras que ésta miraba el combate. Y sonrió al ver la expresión de asomrbo en su cara cuando el niño que no debía tener más de ocho años cayó derrotado.
- ¡Auch! Eso ha debido doler…- dijo Mariana.
- No sabés pelear- afirmó Peter.
- No, y no me interesa aprender.
- ¡Ah! Ya recuerdo… pacifista.
De camino a Vanissar, Nico y Peter habían tenido una diatriba sobre las diferentes armas. Nico le había dicho a ver qué pensaba ella. Mariana les habló de su mundo y de las armas que se utilizaban. Y había dicho que ella era pacifista.
- Exacto- dijo Mariana mirando a Peter con una sonrisa.
Mariana estaba sorprendida por la repentina amabilidad del príncipe. Estaba tan sorprendida que se había quedado mirándole como una idiota.
- ¿Ocurre algo?- preguntó Peter.
- Nada- dijo Mariana que desvió su atención hacia la zona de entrenamiento.
El palacio era muy grande, lleno de largos pasillos. De no ir acompañada, haría rato que se habría perdido. Tanto los pasillos como las salas tenían las paredes decoradas con bonitos murales, que según le contó Peter, representaban hechos pasados, viejas batallas.
- Ellos son los guardianes ancestrales- dijo Peter lentamente deteniéndose ante un mural que representaba a doce personas rodeadas de una aureola de luz- A lo largo de la historia han ido variando. Pero cuando un reloj se queda desprotegido, automáticamente éste elige a otros dos guardianes. De todas formas los guardianes así como los ángeles gozan del don de la larga vida.
Después siguieron caminando hasta que volvieron a detenerse ante una de las puertas. Mariana le miró sorprendida. Peter se limitó a hacer un gesto para que entrase.
- No pienso entrar ahí- se limitó a decir Mariana. Estaba ante la puerta de la biblioteca.
- En algún momento deberás decirles que regresaste- dijo Peter.
- Está bien- bufó Mariana sabiendo que Peter tenía razón- Ehhh… mmm… gracias por el paseo- dijo ella sintiéndose bastante estúpida. Peter solamente hizo una leve inclinación de cabeza a modo de respuesta- Me alegra que vinieses vos y no tu hermano gemelo psicópata- añadió con una sonrisa juguetona.
Peter la miró sorprendido y le dedicó una leve sonrisa.
- Nos vemos más tarde- dijo antes de irse.
Durante unos segundos Mariana se quedó parada allá, con una sonrisa bobalicona. Apenas se podía creer que se hubiese pasado toda la tarde con Peter y que no la hubiese amenazado de muerte.  Y lo que más le sorprendía era que verdaderamente había disfrutado de su compañía. Mariana abrió la puerta del despacho lentamente y asomó la cabeza. Allí estaban Tictac y Shail, que no parecían precisamente alegres.
- ¿Cómo les va?- dijo Mariana.
- ¿Dónde has estado?- dijo Shail.
- Visitando Vanis- dijo Mariana.
- No nos sobra el tiempo, y puesto que hemos perdido un día entero, justo es que ampliemos el plazo un día más.
- ¡¡¡Quéeee!!!- dijo Mariana- ¡Ni pensarlo!. Estaba agotada… si no me hubiesen forzado tanto no habría tenido que tomarme el día libre. Además anoche acabamos muy tarde… ¿Eso no cuenta?
- Si recuperás esta noche lo que no has estudiado durante el día, nos lo pensaremos- dijo Tictac.
- Está bien- ¿Qué he de hacer?
- Deberás leer este libro y entregarme un resumen para mañana.
Era un enorme libro de aspecto antiguo pero bien conservado. Mariana abrió los ojos como platos. Resignada, agarró el libro y salió de la biblioteca.
- ¿Crees que es una buena idea?- preguntó Shail.
- Es lo único que nos queda por intentar- dijo Tictac con una pequeña sonrisa.

viernes, 1 de enero de 2010

CAPÍTULO 9: TRATO

Todos esperaban que Mariana aceptase de buenas a primeras lo que era y que se pusiese a trabajar. Pero como si no fuese poco saber que estaba en Eudamón, aunque ya lo tenía asumido y estaba resignada a ello, además tenía que aceptar esa nueva identidad que querían ponerle. Cuando aquella mañana caminaba con el vestido enredándose en sus piernas de camino al comedor iba maldiciendo por lo bajo. Ella no era nada especial. Nunca había hecho nada raro o extraño, como Harry Potter. Su vida había sido de lo más tranquila y aburrida, excepto por la muerte de sus padres. Ella no era esa bruja que buscaban. Llegó al comedor y se sentó en una de las sillas. Se sirvió café, creía que esa mañana necesitaría de sus servicios. Después comenzó a comer mientras que intentaba cortar el bacon con esos cuchillos que no cortaban nada.
- No creo que el bacon sea tan malo como para merecer tal tortura- dijo Nico.
Mariana levantó la vista con una mirada furibunda y vio cómo Nicolás y Peter se sentaban frente a ella.
- Todo ha dado un giro inesperado- dijo Peter con gravedad.
- Decímelo a mi- dijo Mariana.
- No te preocupés, Tic tac sabrá lo mejor para vos- añadió Peter.
- Yaaaa- dijo Mariana con sarcasmo- prohibirme regresar a mi casa y ponerme a estudiar. ¡Cómo si no hubiese tenido bastante que estudiar en la carrera!
- Has de comprender sus motivos- siguió Peter- Sería terrible si Juan Cruz te encuentra y estás desprotegida e indefensa.
- ¿Por eso he de quedarme encerrada acá?- dijo Mariana.
- Acá estarás bien protegida. Y podrás aprender. Así es mejor.
- Pero qué decís… aún no está claro que yo sea una bruja… o que me apetezca hacerlo. Tengo mejores cosas que hacer… ¡Como mi tesis!
- Vamos nena, no te pongás así… todo acabará bien- dijo Nico.
- Seeee… seguro… Esto es una pesadilla… me quiero ir a casa- gimoteó Mariana.
- Podrías aprovechar para conocer Vanis… es una ciudad muy bonita- dijo Nico.
- Como si os importase- dijo Mariana mirándoles, pero sobre todo a Peter.
- ¿Por qué no debía importarnos?- dijo Peter desconcertado.
- ¿Y me lo preguntás vos? Me lo preguntás vos que te dedicaste a arrastrarme por el barro y amenazarme con matarme!. Para empezar, si Tictac no creyese que soy esa tal Lindariel, ninguno de vosotros estaría hablando conmigo ahora. Lo que os importa es Juan Cruz, no yo. ¡A mi ni siquiera me conocen!. No he dejado que nadie decidiese por mi nunca en mi mundo… en Eudamón no va a ser diferente. No soy una muñequita a la que pueden manipular, y si ese es el tipo de bruja que buscan… ¡lo llevan claro!
Mariana sabía que quizás se había pasado un poquitito. Y que quizás Peter y Nico no tuvieran toda la culpa. Desde luego, más Peter que Nico. Pero ese era otro tema. Se paró airada de la silla y salió del comedor dejando al príncipe y a su amigo completamente rojos y avergonzados. Mariana tenía motivos de sobra para estar enojada.

Una vez en la biblioteca, el venerable Tic tac la esperaba detrás de una enorme pila de libros. Cuando la vio entrar la hizo sentarse ante él. Pero la chica se quedó de pie. “Esto va a ser difícil” se dijo Tic tac.
- No voy a permi…- empezó a decir Mariana.
- Primero sentate y escuchame lo que tengo para decirte. Se que te cuesta aceptar que sos una hechicera más teniendo en cuenta que el mundo donde vivís la magia es mera fantasía. Pero si te muestro que sos quien digo que sos y el peligro que corrés ¿Te quedarás?. Se que es una decisión dura y no tenemos derecho a pedirte que te quedés. Solamente dame una semana y te mostraré que estoy en lo cierto.
- Y cómo harás eso- dijo Mariana, visiblemente interesada.
- Te enseñaré a utilizar tu magia. Una semana es tiempo suficiente para que aprendas a controlar los hechizos más básicos.
- ¿Y si no resulta?
- Te enviaré de vuelta a tu mundo.
- ¿Y qué pasaría con Juan Cruz?
- No te preocupés, en cuanto sepa que no sos quien busca, se olvidará de vos… entonces… ¿aceptás?
- ¿Qué puedo hacer si no?- dijo Mariana.
- Está bien- dijo Tictac sonriente. Y Mariana sonrió por primera vez ante el gran mago.
Había ido con la intención de discutir con él, pero la propuesta le había convencido. No era que quisiera quedarse, pero si le demostraba que se equivocaba de persona, todo se arreglaría. Ahora que estaba un poco más calmada echó un vistazo a la biblioteca. Era una amplia habitación del segundo piso, a través de cuyos ventanales entraba una gran claridad. Estaba llena de mesas y las paredes completamente llenas de estanterías, en realidad ni siquiera se veía la pared. Todo eran estanterías, y éstas, como era de esperar estaban repletas de libros. Volvió su atención al mago cuando éste comenzó a explicarle los planes que tenía para ella. Tic tac le enseñaría los principios básicos para controlar su magia, mientras que Shail le explicaría la historia de Eudamón desde sus orígenes. A Mariana no le agradó mucho la idea de largas horas escuchando viejas batallitas, pero Tic tac insistió diciéndole que era necesario para comprender las distintas razas y la situación actual entre ellas.  Las clases se realizarían en la biblioteca y le ocuparían todo el día.
- También deberías aprender a hablar Eudamónico, aunque eso lo dejamos para más adelante. Lo que sí nos sería útil es que aprendieses a montar. Creo que Zaisei podría enseñarte, es una de las mejores amazonas del reino.
Una vez que Tic tac acabó de exponerle sus nuevas ocupaciones, empezaron con la primera lección: El origen de la magia y la llegada de los magos a Eudamón. Para sorpresa de Mariana, se encontró escuchando atentamente como cuando era chica y su papá la sentaba sobre sus rodillas para contarle cuentos sobre Eudamón. Ahogó un suspiro de nostalgia. Para cuando Tic tac terminó ya había anochecido, así que ambos se dirigieron a sus respectivos cuartos. Los días pasaron muy rápido. Aunque para ser sinceros las clases con Shail y sus interminables divagaciones sobre linajes y guerras, se hacían bastante pesadas. Mariana era incapaz de recordar todos los nombres de reyes, príncipes y demás personajes y siempre se confundía. Al menos las clases con Tictac eran más entretenidas. Éste era bastante dinámico en sus explicaciones y siempre tenía anécdotas curiosas o divertidas que contar cada vez que ella parecía perder el interés. En cuanto a las clases de equitación, resultó ser una completa incompetente sobre el caballo, pero Zaisei no desistía de su empeño. Por las mañanas se levantaba a primera hora y al anochecer eran los últimos en llegar al salón. La mayoría de los días cuando llegaba, ya no quedaba nadie. No había vuelto a ver a Nico y Peter desde el desayuno del día siguiente al concilio. Mariana empezaba a estar cansada del ritmo al que la sometían y comenzaba a despistarse más a menudo durante las clases. Pero tanto Shail como Tictac parecían un tanto desconcertados. Ya llevaban cinco días de clases y la chica aún no había conseguido hacer ni el hechizo más simple. Simplemente no avanzaba, estaba como el primer día. Esa tarde Tictac alargó la clase todo lo que pudo, o todo lo que Mariana le permitió. Estaba convencido de que no se había equivocado de persona, no entendía por qué la chica no conseguía hacer magia. Por su lado, Mariana solamente pensaba en irse a la cama. Estaba cansadísima y en cuanto llegó a su cuarto cayó rendida en la cama.

sábado, 26 de diciembre de 2009

CAPÍTULO 8: RESPUESTAS

Antes del anochecer llegaron a Vanissar. Uno de los guardianes de la corte vanisiense salió a recibirles y les escoltó hasta la puerta de entrada. A Mariana le parecía básicamente muy similar a Eudamón. Seguía sintiendo como si se hubiese caído dentro de la corte del Rey Arturo. Al llegar a las caballerizas uno de los guardias le separó de sus compañeros para escoltarla a su cuarto. Le informó que pasaría allí la noche y al día siguiente sería recibida por el señor de Vanissar. Mariana miró a su alrededor. Era un cuarto de piedra, con chimenea, tocador, placard y una enorme cama de madera para ella sola. Mariana se dejó caer sobre ella de un salto, era verdaderamente cómoda y en seguida se quedó dormida sobre la colcha sin cambiarse de ropa.

Mariana se despertó a la mañana siguiente sintiéndose muchísimo mejor. Seguía en Eudamón, pero al menos no dormía en el barro con la mirada de cierto príncipe clavada en la nuca. Se puso a inspeccionar el cuarto detenidamente.
- ¡Vaya! ¡Más vestiditos! ¡El retorno de la Barbie Medieval!- dijo Mariana. Pero ni siquiera eso consiguió ponerla de mal humor.
Comió una manzana que habían dejado en un frutero en el cuarto. Y de repente se dio cuenta de que tenía de verdad hambre. Se preguntaba qué debía hacer cuando llamaron suavemente a la puerta. Unos segundos después se abrió dejando paso a una doncella. Tenía el pelo rubio recogido en un sencillo moño con un vestido muy sencillo. Aquella chica no tenía más de veinte años.
- Bienvenida a Vanissar. Mi nombre es Sisina y estoy a su disposición- dijo con una exagerada reverencia.
- Ehhh… encantada. Mi nombre es Mariana… aunque me dicen Lali.
- Señorita Mariana será entonces. Debe vestirse para asistir al concilio real.
Vale, ahora era cuando todos se reunían en torno a la tabla redonda para decirse los unos a los otros lo machotes que eran. Sisina rápidamente se puso manos a la obra para prepararle un baño. Mariana comió otra manzana y una pera mientras tanto. Después se sumergió en el agua caliente y dejó que reconfortase su cuerpo cansado. Mientras que Mariana se sacaba todo el barro, Sisina se dedicó a elegir un vestido para ella. Mariana arrugó el entrecejo, pero no protestó. Seguramente le dirían de nuevo que su ropa no era adecuada para presentarse ante el rey. Se lo puso sin protestar. Era de color verde botella, con escote redondo y una fina cenefa dorada en los bordes. Mariana se sentó en el tocador y Sisina comenzó a recogerle el pelo. Cuando terminó, Mariana sonrió. Era de su agrado el peinado que le había hecho. Se puso unas chatitas de piel y siguió a Sisina hasta la sala del concilio. Las puertas se abrieron. Había dos guardias colocados uno a cada lado de la puerta. Era una sala sin ventanas, de piedra y con antorchas encendidas que era la única iluminación del lugar. En el centro había una mesa con forma hexagonal y sillas a su alrededor, doce en total. Vio a Peter y a Nico. A un hombre fuerte y morocho de pelo largo. Tenía un aspecto imponente. Debía ser el rey Alsan de Vanissar. A su lado estaba sentada una mujer de larga cabellera negra, rizada y un vestido de color blanco. Al lado de este un hombre morocho también. Había otro hombre vestido completamente de blanco con el pelo castaño y petiso.
- Bienvenida- dijo el Rey Alsan de Vanissar parándose de la silla- Soy el Rey Alsan, podés tomar asiento.
Mariana caminó presurosa a sentarse al lado de Nicolás. Al levantar la vista se encontró con la mirada celeste de la mujer. Un fuerte y extraño sentimiento se apoderó de ella. Como si estuviese viendo a un viejo conocido. Pero no podía ser, ella jamás había visto a esa mujer antes.
- Ahora podemos comenzar el concilio- dijo el Rey Alsan.
Los hombres comenzaron a hablar y hablar sobre los orcos que recién se veían. Sobre un tal Juan Cruz… sobre el angel caído… sobre el séptimo. Y ya se estaban metiendo en historia y mitología eudamónica, por lo que Mariana desconecto. Aquello no le interesaba en absoluto. Ella solamente quería que la devolviesen a su casa.
- Me temo que eso no es del todo correcto- dijo el petiso hablando por primera vez- Mientras disfrutábamos de tiempos de Paz, Juan Cruz se ha hecho fuerte en la torre de Kazzlun. Ha utilizado magia oscura para recuperar parte de sus poderes. Me temo que los libros que durante años se han guardado con celo en la torre, al fin le han sido de utilidad en su venganza. Pero la suerte está jugando en su contra
Entonces, de repente dirigió su mirada a Mariana que jugaba con la tela de sus mangas. Todos la miraron y ella levantó la cara, sorprendida y avergonzada a partes iguales.
- En realidad son malas noticias… Juan Cruz está detrás de todo esto- dijo Alsan, sombrio.
Entre todos decidieron que lo más sensato era vigilar la actividad de los orcos y ver qué era lo que tramaban e incluso tomar algún prisionero para obtener información. Aunque no esperaban obtener demasiada información de ellos. No creían que Juan Cruz fuese lo bastante idiota como para contarles sus planes.
- Aún queda un último tema, si no me equivoco- dijo el petiso, mirando a Peter.
Peter comenzó a hablar explicando lo que había sucedido la noche que se había encontrado con Mariana. Los orcos que la aguardaban y la forma tan sorprendente de aparecer, lo que había averiguado de ella y por qué el Rey Nicolás había decidido enviarla ante el venerable Tic Tac. Mariana observaba cómo Peter relataba la historia como si ella no estuviese presente. Cuando concluyó todas las miradas estaban fijas en ella. Hasta aquel momento no había hablado y la mayoría se habían olvidado de su presencia. Y ahora era el centro de atención. Empezó a sentirse incómoda.
- Decinos, jovencita, quién sos y qué motivo te llevó a Awa- dijo el Rey Alsan.
- Pues… me llamo Mariana Esposito y nunca tuve intención de venir a Eudamón.
- ¿Podés darnos alguna explicación de por qué acabaste acá?
- No. Yo solo… me lancé al rio donde yo vivo… y acabé acá. Y después aparecieron esos horribles orcos. Y después me encontré con cierto príncipe que me llevó a su reino.
El petiso no dejó de mirar a Mariana mientras que esta hablaba. Era más que evidente su confusión y ansiedad.
- Vos no deberías estar acá- dijo el petiso.
- No, si eso lo se.
- Me refiero a que no deberías estar acá… todavía- dijo de nuevo.
- ¿Todavía?- dijo Mariana. Acaso era que había llegado al concilio demasiado pronto.
- Me refiero a que todavía no estás preparada. Decime, jovencita ¿Qué edad tenés?
- Veintitrés años- dijo ella.
- ¿A dónde están tus papás?
- ¿Mis papás?... ¡A usted qué le importa!- dijo Mariana enojada.
- No los conociste ¿verdad? O más bien… no les recordás.
- A los biológicos no. Viví con los Esposito hasta que fallecieron en un incendio. Ellos son mis papas. Ellos me lo dieron todo.
- Parece que te ha encontrado- dijo de nuevo el petiso.
- ¿Quién?- preguntó Mariana.
- Juan Cruz.
- ¿Y por qué me busca?- quiso saber Mariana.
El petiso la miró durante unos segundos, meditabundo. Pero no había ninguna razón para ocultárselo por más tiempo. Total, ya estaba allá. Mariana le devolvía la mirada y ya se había olvidado de los demás. Solamente quería saber qué pintaba ella en todo eso. Y aquel petiso, que la estaba poniendo nerviosa, parecía saber mucho más de lo que quería contar. Mientras que los demás miraban sorprendidos la escena.
- Por que vos, mi querida niña… sos la elegida.
Los ojos de todos se ensancharon por la sorpresa. Incluido Peter.
- Pero venerable Tictac… ella no puede ser Lindariel- dijo la mujer- Ahora debería tener dos años. Debería ser una beba.
- Mi querida Zaisei, los misterios del tiempo son inexpugnables. Solamente sepan que en su mundo el tiempo transcurre de otra forma. Y cuando vos, querida Lindariel, cruzaste el portal… comenzaste a vivir según el tiempo de la tierra ¿verdad?
- ¡Para un momento!- dijo Mariana- ¿Elegida? ¿Elegida para qué? ¿Y quien diantres es esa tal Lindariel?
- Vos sos Lindariel, ese es tu auténtico nombre. El nombre que tus papás te pusieron. Decime… Qué recordas de tu infancia.
- Solo que aparecí cerca de la casa de los Esposito. No recordaba nada. Y tenía este colgante tan raro.
Mariana sacó el colgante de debajo del vestido y lo mostró. Tictac sonrió con satisfacción. Todos los demás se sorprendieron.
- Tu mamá era la hechicera a servicio de la corte real de Vanissar- comenzó Zaisei- Estaba casada con uno de los guerreros de Nurgon.
- Vos sos la elegida para salvar a Eudamón de Juan Cruz. Él hará todo lo posible por capturarte y arrebatarte tus poderes.
- Lindariel, ¿Te sentís bien?- dijo Alsan.
- Es una joda ¿verdad? Díganme que es una joda. Lo único que quiero es volver a casa.
- Eso no va a ser posible- dijo Tictac- Ahora Juan Cruz sabe donde encontrarte. Si ha dado con vos una vez, puede hacerlo de nuevo. Aún no es muy poderoso por que no pudo hacerte aparecer en Kazlunn, fue una suerte que el Príncipe Peter te encontrase.
- La joven debe empezar con su aprendizaje cuanto antes- insistió Tic tac.
- Estará bajo mi protección- aseguró Alsan.
- En ese caso, me quedaré acá con ella. Hay muchas cosas que debe aprender.
Tic tac y Zaisei comenzaron a planificar todo lo que Mariana debía estudiar y los libros que debía leer. Mariana salió del Concilio con la cabeza dándole vueltas.
- ¡Lindariel! Esperame- era la voz de Zaisei.
Al llegar donde ella la tomó de los hombros y después la estrechó entre sus brazos. Después se separó de ella y tomó su cara entre sus manos.
- Mirate… estás hecha una mujer…- dijo Zaisei- Yo era amiga de tu mamá. Asistí a tu nacimiento junto con Sisina y Olimpia.
- ¿La doncella, Sisina?
- Sí. Era la doncella de tu mamá. Cuando ellos se fueron pasó a formar parte de la corte. Tu mamá era una mujer increíble y una hechicera extraordinaria. Espero que algún día sepas perdonar que te dejasen a tan temprana edad. No te imaginás el sacrificio que supuso para ellos… Pero debías estar a salvo hasta que estuvieses preparada. Y ellos te amaban.
Mariana sentía que las lágrimas le quemaban en los ojos, por lo que se dio media vuelta y se fue sin decirle nada. Sabía que había sido tremendamente mal educada, pero no podía decir nada sin ponerse a llorar.

CAPÍTULO 7: DE CAMINO A VANISSAR

Al amanecer del día siguiente, una doncella despertó a Mariana. Debía arreglarse para partir. Por suerte a Mariana le devolvieron su ropa. Los vaqueros estaban bien para cabalgar. Tras el desayuno se dirigieron a los establos donde tres caballos estaban listos para ellos. Peter se acercó a uno de los caballos. Era de color negro y le llamó por un nombre extraño. Debía ser en Eudamónico. Peter se subió de un salto en la montura, así como Nicolás.
- ¿Ocurre algo?- dijo Peter malhumorado, al ver que ella no se movía- No me digás que no sabés montar a caballo.
- No, no se montar- dijo Mariana.
- ¿Por qué no sabés montar?- preguntó Peter.
- Por que nunca necesité aprender.
- Pues este es un buen momento- dijo Nicolás riendo- Vamos nena, es muy sencillo.
Mariana puso el pie en el estribo como había visto hacer en la televisión, solo que cogió demasiado impulso y se cayó por el otro lado. Pensó con desazón que al menos bajar se le daba bien. Les lanzó una mirada a Peter y a Nicolás que reían con ganas de su torpeza. Volvió a intentarlo y esta vez consiguió mantener el equilibrio. Primero iba Peter, después Mariana y después Nicolás. Aunque Mariana sentía que era el caballo el que seguía a Peter en lugar de guiarlo ella. Desde que salieron del reino de Eudamón se encontraron con la vastísima llanura de Nandelt donde estaban todos los reinos humanos. Y debían cruzar toda la llanura antes de llegar a Vanissar. Todo aquello era demasiado. Estaba en la isla de Eudamón, de paseo hacia Vanissar con el príncipe Peter y Nicolás. Y por si fuese poco, prisionera. La verdad era que no entendía nada. Todavía esperaba despertarse en su cama y descubrir que no había sido más que un sueño. Al menos esa vez no iba maniatada y el hecho de que no tuviese que cabalgar en vestido, estaba bastante bien. Pero de todas formas, Peter no le quitaba el ojo de encima.

Los dos primeros días pasaron rápido, sobre todo gracias a Nico y sus mil quinientas razones por las que prefería Vanissar antes que el reino de Eudamón. Peter hacía algún que otro comentario cuando Nicolás se sobrepasaba, pero generalmente no dejaba de ser un monólogo. Mariana escuchaba con atención. Tampoco era como si tuviese algo que hacer. Y Nico estaba más que complacido de tener tal audiencia fiel. Al final del segundo día, Peter estaba tan harto que salió en defensa de su reino, con lo que el monólogo fue sustituido por una conversación/discusión entre los dos.  Al anochecer, buscaron un buen lugar donde acampar y se prepararon para pasar la noche. Nico y Peter seguían con la conversación sobre ambos reinos. Mariana se acurrucó en su manta. No podía dejar de pensar en lo que harían sus amigas o incluso ella misma de nunca haberse caído en ese endiablado lugar. Por suerte no pensó mucho, estaba tan agotada que el sueño la venció en seguida. Peter observó cómo la chica se dormía y poco después empezó la serenata de ronquidos de Nico. Peter siempre era el último en dormirse y el primero en despertar. El rey Nicolás estaba convencido de que no entrañaba un peligro y de que no había mentira en sus palabras. Lo cierto era que Mariana vestía y se comportaba de un modo un tanto extraño. De un modo diferente a todo lo que conocía en Eudamón. Así que quizás fuese verdad. De todas formas no le hacía gracia llevarla desatada. Su padre había insistido en ello ya que no había evidencias de que fuese una bruja. La verdad era que no parecía peligrosa a pesar de su mal genio. Pero… Mariana comenzó a moverse inquieta en su sueño y abrió los ojos de golpe, incorporándose. Tenía el corazón desbocado. Había tenido una pesadilla con esos orcos, de nuevo.
- Esos orcos otra vez- dijo en un murmullo- Sigo aquí… eso si que es una pesadilla.
- Duerme, mañana será un día largo- dijo Peter.
Mariana miró a su alrededor como si esperase que los orcos apareciesen de nuevo. Miró a Peter que seguía comprobando el estado de su espada. La luz del fuego hacía que su piel se viese de un ligero color dorado mientras que su cabello se veía casi rubio y en sus ojos verdes se reflejaban las llamas. “Es bastante guapo, lástima que sea un psicópata” se dijo Mariana.

La mañana del tercer día de camino llegaron a Kes y Les. Estaban al pie de la cordillera de Nandelt que separaba a éste de Kazlunn y de Nanhai. Estaban rodeadas de bosque. No era tan frondoso como el bosque de Awa, por lo que podían caminar en los caballos. A eso de media tarde, a Mariana le pareció ver una sombra, a su derecha. Se quedó unos segundos mirando hacia ese lugar. Al no ver nada, volvió a mirar al frente. El terreno era irregular y no quería caerse. Pero al poco volvió a verla, también a su derecha. Esta vez se dirigió hacia allí.
- ¿Qué haces?- dijo Nico desde detrás.
- Creo que he visto algo- dijo Mariana sin apartar la vista del bosque.
Pero Peter se acercó a ella y la agarró del brazo.
- ¿Intentas escapar?- dijo Peter.
- Claro, genio, cómo lo has adivinado- dijo Mariana enojada.
Peter la agarró con más fuerza y sacó su espada, rozándola por el cuello de Mariana. Ella sintió el filo afilado, a punto de rasgar su carne. Si seguía haciéndolo tan amenudo, se acostumbraría a que la amenazase con la espada.
- ¿Esperás compañía?- dijo Peter con tono amenazador.
- ¡Oh sí! Ya podía… sobre todo si es rubio… de ojos celestes… musculado y con muchos ceros en su cuenta corriente. Ya empezaba a echar de menos estos pequeños momentos de intimidad, tu espada, vos y yo.
Los labios de Peter se curvaron en una pequeña sonrisa. Mariana apenas se podía creer que Peter hubiese captado la ironía de su comentario. Pensaba que no tenía sentido del humor.
- Lamento interrumpir tan romántico momento… pero deberíamos continuar si queremos llegar esta noche a Les.
- Claro- dijo Peter.
Blandió su espada haciendo una filigrana en el aire y la guardó después dentro de su funda. Y continuaron caminando.
- ¿Crees que era necesario eso?- dijo Nico una vez que la chica estuvo a cierta distancia.
- Será mejor que sigamos.
El resto del camino, Mariana miraba a los lados nerviosa. Había dejado de ver esa sombra hacía rato, pero se sentía intranquila. ¿Algo les estaba acechando?. A su llegada a Les fueron directamente hacia una posada que Nicolás conocía al dueño. A Mariana le dieron un cuarto para ella sola y Nico y Peter compartieron otro. Fue una maravillosa novedad el poder bañarse después de tres días de camino. Después los tres bajaron a la posada a cenar. Mariana se retiró en seguida porque estaba cansada.
- ¿Me vas a decir ya que te ocurre?- dijo Nicolás- ¿Crees que no me he dado cuenta?... Estás tenso… no creo que la chica sea ninguna amenaza, así que tranquilízate amigo.
- No es eso… Antes, cuando se separó de nosotros…- empezó Peter.
- ¿Cuándo? ¿Cuándo la amenazaste?- dijo Nico riendo. Peter le lanzó una mirada de reprimenda.
- Cuando se separó de nosotros… dijo que le había parecido ver algo… pero no es posible.
- No es posible, por que no había nada.
- No. No es posible porque estaban demasiado lejos.
- ¿Quién estaba lejos?
- Los orcos.
- ¿Orcos? ¿Dónde?- dijo Nico sacando parcialmente su espada.
- Hace rato que los dejamos atrás. Lo que me extraña es que ella los viese. Estaban realmente lejos, incluso para mi- Peter era conocido como guerrero por sus extraordinarios olfato y percepción.
- Y por eso creíste que era una trampa y que ella ya sabía que estaban allí- dijo Nico.
- No tiene sentido. Ha estado intranquila todo el tiempo. No creo que considere a los orcos unos aliados.
Peter estaba confuso. ¿Y si no era una espía?. Pero su historia era tan descabellada.
- Espero que cuando lleguemos a casa obtengamos alguna respuesta, porque te van a salir arrugas de fruncir tanto el ceño- dijo Nico.
- ¿He de recordarle, señor Riera, que  esto no son unas vacaciones?
Los viejos amigos se miraron y rieron un poco más relajados.