domingo, 10 de enero de 2010

CAPÍTULO 11: NOCHES JUNTO AL FUEGO

La nobleza de Vanis estaba reunida como cada noche en el comedor de Palacio para la cena. Peter podría haberse sentado en la mesa presidencial junto al rey Alsan y la reina Olimpia, pero había preferido hacerlo junto a su amigo de la infancia.
- Así que todavía no ha hecho magia- dijo Nico.
- Tanto Shail como el venerable Tictac están muy desconcertados. Ella presta atención, pero aún así no ha avanzado nada. Solamente quedan dos días antes de que tengan que permitirle regresar a su hogar.
- Quizás El venerable Tictac se equivocó de persona- dijo Nico. Peter le miró como si acabase de decir una herejía.
- ¿Cuándo El venerable Tictac se ha equivocado?
- Pero Lali aún no ha hecho magia…
- No se… hay algo muy extraño en ella…
- ¿A parte de su comportamiento?- bromeó Nico.
- Es cierto que se comporta de manera rara y es tan educada como un bárbaro. Pero lo que quiero decir es que hay algo más… algo que no logro dilucidar… Fue capaz de sentir a aquellos orcos… un mortal jamás lo hubiese sentido. Yo ni siquiera los había percibido hasta que ella me hizo ponerme en guardia.
- ¿En serio no se presento a sus clases en todo el día?- dijo Nico con una sonrisa divertida.
- Ajá- dijo Peter.
- Espero que no sean demasiado duros con ella- dijo Nico, aunque lo dudaba seriamente.
En ese mismo instante, Mariana entraba en el comedor portando un grueso libro. Se dirigió hacia donde estaban ellos. Dejó caer sobre la mesa el enorme libros que llevaba y causó un pequeño terremoto en la mesa. Los demás comensales la miraron enojados.
- ¿Y eso?- dijo Nico.
- Un poco de lectura ligera para esta noche. Recomendación de Tictac, por supuesto- dijo Mariana con ironía tiñendo su voz.
- ¿Eso ligero?- rió Nico- ¡Pero si pesa más que vos, nena!
- Eso es para recuperar lo que no has hecho hoy…- dijo Peter sintiéndose ligeramente culpable.
- ¡Viste! Es enorme… debe de tener un millón de páginas por lo menos… por no hablar de la diminuta letra… debería estar prohibido usar una letra tan chica… Pero todavía hay algo peor- dijo pasando unas cuantas hojas al azar- ¡No tiene dibujos!
- Es una lástima que vayas a estar tan ocupada- dijo Nico- Esta noche habrá danzas y cantos en la Sala del Fuego. Te lo vas a perder.
Mariana miró a Nico con pena. Y después el voluminoso tomo que tenía bajo su brazo. Se maldijo por tener tan mala suerte. Y después pensó que un poco de fiesta era justo lo que necesitaba.
- Bueno, puede que me deje caer un rato- dijo Mariana con una pequeña sonrisa.
Una vez terminada la cena, todos los comensales se dirigieron hacia la Sala del Fuego, donde ya se podían oír las melodiosas voces. Nico y Mariana se sentaron en un rincón de la sala, desde donde se podía ver todo lo que ocurría en ella. En el centro de la sala había un grupo bailando danzas desconocidas para la chica. En los laterales de la estancia, los ancianos narraban viejas historias a los más jóvenes. Desde su posición pudo ver a Peter rodeado por un grupo de chicas. “Debe de ser muy popular” se dijo Mariana a sí misma.
- Es incapaz de negar un baile, ellas lo saben y se aprovechan. Aunque si yo fuese príncipe, tampoco me negaría- dijo con una risita.
- En cuanto conozcan a su hermano gemelo el psicópata, saldrán corriendo- dijo Mariana centrando su atención en una de las primeras páginas del libro.
- Seguro que si le pedís que baile con vos, te elegiría la primera- dijo Nico con tono confidente, acercándose a Mariana.
- ¿Por qué querría bailar con él?- dijo Mariana sorprendida y ligeramente enojada.
- Solamente era una idea, nena- dijo Nico riendo.
Mariana volvió a mirar a Peter. Ahora estaba bailando con una hermosa joven rubia, que sonreía como si estuviese en las nubes. Un pequeño grupo de jovencitas les observaba desde uno de los laterales de la sala. “Pues qué bien” se dijo Mariana, molesta “Así que babean por el principito… parecen su club de fans… este mundo no es tan diferente del mío después de todo”. Nico la miraba curioso mientras que ella seguía observando la escena. “Esas minas son muy lindas… y sus vestidos son hermosos… no como el mío” continuó pensando Mariana. Ella llevaba un vestido de color negro de lo más sencillo. No como esos vestidos llenos de brocados, encajes y bordados. “Bueno… no es como si me gustase llevar vestiditos… Y encima me siento en el piso… seguro que ellas no lo hacen nunca… Y qué bien bailan… Él es tan elegante… ¡Pero espera! ¡¿Qué estás pensando?!”. Nico volvió a reír al ver su expresión. La cara de Mariana había mostrado todos y cada uno de sus pensamientos.
- ¡Ya basta Nico!- dijo Mariana, parándose, harta de que se riese de ella- Me voy a mi cuarto.
- ¡Lo siento nena! ¡No te enfadés!- dijo  Nico, pero ya era demasiado tarde.
Nico volvió a reír mientras que una airada Mariana salía del salón.  “Definitivamente, enfadar a Lali es tan divertido como hacer enfadar a Peter” se dijo Nico. Mariana caminó por los pasillos hasta su cuarto. Estaba bastante cansada. Dejó el libro sobre el escritorio que había en su cuarto. Se sacó el vestido sintiendo el fresco en su piel desnuda. Se puso rápidamente el camisón y una bata. Se moría de ganas por regresar de una vez a casa y poder ponerse su pijama de siempre y su bata de felpa. Y sobre todo para no tener que estudiar. Aunque debía admitir que a Nico le echaría un poco de menos. Se sentó en el escritorio. El primer capítulo iba sobre cómo conjurar al viento. Era algo bastante útil, se dijo ella. Empezó a leer las primeras hojas, pero en seguida se desconcentró. La música de la sala del fuego llegaba hasta su cuarto. Cuando la música cesó, ella se sintió un poco mejor. Pero el número de páginas que había leído era ínfimo comparado con el número de páginas que le restaba. Sabía que no podría conseguirlo y empezó a pasar las hojas con desgana. Finalmente se limitó a ir leyendo los títulos de los capítulos y mirar las escasas ilustraciones. Hasta que un capítulo en especial llamó su atención. Estaba casi al final del libro  y estaba escrito en letras grandes y azules. Se llamaba “Saltar al vacío”. Bajo este sugerente título, hablaba de cómo abrir un portal hacia otros mundos. Durante unos minutos la euforia la invadió. Pero a la vez se preguntó si sería capaz de hacerlo. No había podido con otros hechizos más sencillos. Había un párrafo que hablaba sobre los tipos de mundos a los que se podía acceder. Pero no había nada interesante. Sabía lo que tenía que hacer. Así que cerró el libro y repitiendo una y otra vez las palabras en su mente se dirigió a la cama. Era un pequeño trabalenguas y tenía que decirlo en medio de la caída, por lo que tenía que decirlo bien. Esa noche durmió como no había dormido desde que llegó a Eudamón, sabiendo que posiblemente al día siguiente estaría de vuelta en casa.

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