lunes, 11 de enero de 2010

CAPÍTULO 12: MIERDA, SOY UNA BRUJA

El amanecer, por una vez en su vida, la pilló despierta. Se había enfundado sus vaqueros, su sudadera y sus deportivas. Había escrito una carta de despedida y estaba preparada para salir del castillo. Vanis despertaba con el amanecer. La gente empezaba a laburar muy temprano, así que ella se deslizó por las callejuelas y salió del reino. Los guardas la miraron de forma rara. No habían conocido en su vida nadie más extravagante que ella. Corrió hacia la cascada, nerviosa. Llegó a lo más alto y se colocó al borde del abismo. Saltar al vacío, un título muy apropiado. El aire soplaba contra su cuerpo. Alzó la cabeza y respiró hondo, llenando sus pulmones de aire. Repitió mentalmente las palabras tres veces en su cabeza para comprobar que no las había olvidado. Extendió sus brazos y se dejó caer. Sintió el aire recorrer todo su cuerpo y la gravedad haciendo su trabajo. Unos instantes antes de que su cuerpo impactara en el agua susurró “Atreup ed zul eterba arap im”. Tomó aire y cerró los ojos. Sintió el agua fría impactar en su cuerpo como un millón de cuchillos afilados. El agua estaba completamente helada. Y en un momento perdió la noción de lo que estaba arriba y abajo. Después solamente luchó por llegar a la superficie. Un poco de desaliento se apoderó de ella porque quizás no había dado resultado. Pero eso significaba que no era una bruja y Tic tac la mandaría a su mundo en un abrir y cerrar de ojos. Al fin alcanzó la superficie dando una grandísima bocanada de aire. Nadó hacia la orilla.
- Qué frío…- se decía- menos mal que es verano…
Al mirar alrededor se quedó de piedra. Allí estaba la conocida superficie de roca desde la que saltaba. Todo era demasiado familiar.
- ¡Estoy en casa!- gimoteó ella de alegría- Espera un momento… ¡Mierda, soy una bruja!... pero… estoy en casa.
Mariana no vio su auto, pero bueno se había ausentado dos semanas, era normal que la buscasen. Por suerte la ciudad no quedaba lejos y podría ir caminando, o corriendo. Se moría por darse una ducha en condiciones, ponerse su pijama y tumbarse en su camita e imaginar que todo había sido un mal sueño. Mariana vivía en Arrecifes y su apartamento estaba cerca de las afueras de la ciudad. Durante su camino/carrera hasta su casa su mente bullía de actividad. La gente la miraba raro por la calle, pero no era de extrañar. Una mina empapada de pies a cabeza corriendo por las calles de Arrecifes no era lo corriente. Al fin llegó a su edificio. La puerta estaba abierta, para variar. Hacía dos años que estaba estropeada y cerraba mal. Se precipitó hacia el ascensor y marcó el número seis. Nunca se había dado cuenta de lo lento que era ese viejo trasto hasta ese momento. Salió de él en cuanto las puertas se abrieron lo suficiente para que cogiera su cuerpo entre ellas. Se agachó para dejar la mochila en el piso y ponerse a buscar las dichosas llaves de su casa. ¿Para qué llevaba tantas cosas?. Entonces se dio cuenta de que las había dejado en el auto, al lado de la palanca de cambios. Estúpida costumbre. Ahora cómo iba a abrir la puerta de su casa. Estaba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta que la puerta de en frente se había abierto y había una mina mirándola fijamente con los ojos abiertos como platos.
- La… Lali- dijo ella.
- ¡Yanet! Cómo me alegra que estés acá- dijo parándose del piso para caminar rápidamente hacia ella para abrazarla.
- Qué hacés acá- dijo ella.
- ¿Cómo que qué hago acá? ¡Es mi casa!
- Pero… ¿Qué hiciste tanto tiempo?
- ¡Me fui dos semanas! Y además si te lo cuento, ni te lo crees.
- ¡Qué dos semanas nena! ¿Te golpeaste la cabeza o qué? ¡Han pasado tres meses!. Estábamos re preocupados sin saber de vos… cómo estabas… dónde estabas… ¿Dónde estuviste?
- De paseo con un príncipe- dijo Mariana con una sonrisa- Es igual, luego te cuento.
- Creíamos que habías averiguado sobre tus papas y tu sola te habías ido a averiguar… pero cuando te tardaste tanto… empezamos a pensar que te había sucedido algo grave.
- Te prometo que te cuento todo con pelos y señales, pero dejame darme una ducha… dame las llaves de mi casa… por favor.
- Está bien… nunca soporté que me pusieses ese puchero.
Mariana sonrió y Yanet volvió al poco con la copia de las llaves del piso de Mariana. Sus cosas estaban tal y como las había dejado. Pasó de largo por la sala para ir hacia su cuarto y de ahí directamente a una ducha bien caliente. El agua casi hirviendo hizo reaccionar a su cuerpo aterido de frío. Y después buscó en su placard un pijama largo y su bata de felpa, calentita y cómoda. Después suspiró y caminó hacia el apartamento de Yanet. Yanet y ella eran mejores amigas desde la secundaria. Pero habían perdido contacto durante sus respectivas épocas universitarias. Y las dos se habían encontrado con sorpresa viviendo la una frente a la otra al regresar a casa. Yanet le había estado preparando un chocolate bien caliente. Uno para Lali y otro para ella. El de Lali tan espeso que se podía comer con cuchara y el de Yaneth más líquido.
- Si te lo cuento… prometés no tomarme por loca…- dijo Lali. Yanet asintió- Pues allá va…
Mariana comenzó a relatarle todo desde el salto. Los orcos. El encuentro con Peter. El paseo hasta Eudamón con Peter. El paseo hasta Vanissar con Nico y Peter. Todo lo que había descubierto allí y los últimos días de clase. Yanet la miraba sorprendida, no era para menos. Pero Mariana parecía tan convencida de todo aquello que la creyó. Ella no solía decir mentiras. Cuando acabó su relato, Mariana guardó silencio unos momentos, dejando que Yanet asimilase sus palabras.
- Me decís… que has estado una semana… con el Príncipe Peter… ¿Y como es él? ¿Es tan guapo como en las pelis? Seguro que se parte.
- ¿Me escuchás cuando te hablo? ¡Intentó matarme! ¡Tres veces!- dijo alzando sus dedos para enfatizar el número de veces que había intentado matarla.
- Mmm… Peter… qué suerte que tenés…
- ¿Qué parte no asimilás bien? La de que intentó matarme, o la de la espada en mi cuello… Por suerte de camino a Vanis estaba Nico.
- Bueno, bueno… pero no te hubiese hecho nada… osea… ¡Es Peter! Además en Vanis se disculpó y se portó bien con vos.
- Lo que vos digás- dijo Mariana dejándose caer sobre el respaldo del sofá- Creo que he sido demasiado impaciente. Debí seguir esperando… un par de días… ahora vendrán a por mi.
- ¿Quién?
- Tictac, Shail… es posible que Peter o Nico… o ambos. Ese estúpido mago tenía razón sobre quién soy en realidad… Estoy segura de que me dio ese libro expresamente.
- Es lo más probable. ¿Crees que el Príncipe Peter vendrá acá?
- ¡Ehhhh!- dijo Mariana- ¡Esto es muy serio!
- Lo se, te ponés muy graciosa cuando te enfadás- dijo Yanet.
- Ten amigas para esto- suspiró Mariana.
- Por que no dormís un poco… seguramente estás cansada… me alegra que estés acá… te extrañaba.
- Yo también. Buenas noches.
Mariana se paró del sofá y caminó por el salón hasta la salida del apartamento de Yanet y regresó al suyo. Se dejó caer sobre la cama sin deshacerla y trepó por ella hasta estar situada en una posición adecuada. Se envolvió con el edredón. Cerró los ojos y se quedó dormida.

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